jueves, 1 de diciembre de 2011

Francesca Woodman. Arte fotográfico.




Francesca Woodman dos veces.




Nota oficiosa: Ninguna de las fotografías que veréis aquí son las que se encuentran en la exposición que se indica o al menos que yo recuerde. Todo para que las descubráis vosotros mismos.



Hasta el 21 de enero podéis disfrutar de una exposición de veinte fotografías de Francesca Woodman en la galería La Fábrica en Madrid en la que ya se mostraron hace un par de años otras tantas obras de la artista. Ahora mismo se está viviendo una fiebre por redescubrir a esta fotógrafa ya que se prepara para la primavera en el Guggenheim neoyorquino una muestra suya que llegará después de que acabe la que ahora mismo tiene lugar en el San Francisco Museum of Modern Art donde se incluyen fotografías inéditas que los familiares no habían querido exhibir antes. Este redescubrimiento no es una moda pasajera, o no debiera serlo. No creo que aparezca ante el público por cubrir una cuota. La obra de Francesca Woodman tiene personalidad, carácter, ideas y reparte sensaciones.



1975-1976. La naturalidad del cuerpo.



La autora falleció con solo 22 años en 1981 lanzándose al vacío desde su apartamento en Manhattan, lo que aporta muchísima más curiosidad al descubrimiento y detenimiento en su obra. Su última acción le espantaría muchos interrogantes pero aparentemente iba bien encaminada. Nacida en una familia de artistas, había estudiado fotografía en la Escuela de Bellas Artes de Rhode Island incluyendo un año en Roma para acabar instalándose en Nueva York pasando antes por New Hampshire. Este es su recorrido artístico. Se dice que empezó pronto con la fotografía, con 13 años y era compulsivamente fotógrafa. Al ver las fotos una tiene la sensación de ver a una artista con la seguridad de quien tiene una mirada, un camino trazado, una búsqueda dirigida, una línea marcada por la confianza y el querer hacer. Tenemos y tuvo la suerte de saber desde un principio donde focalizar y lo hizo en la fotografía. Una fotografía donde la mirada, la extrañeza, la curiosidad iba hacia adentro. El formato pequeño de sus fotografías y el blanco y negro (muy pocas son en color) invitaba al recogimiento, a intentar captar todo un mundo interior.



Mimetismo sin espejo.




La mayor parte de sus fotografías las realizó además en interiores desprovistos de muebles, casi vacíos, abandonados, pasajeros, fantasmales: otra forma más de intentar entender el mundo de uno mismo sin distracciones. Espejos rotos, polvo, colillas en el suelo, incluso molduras descolgadas aparecen en estos interiores: dos de las fotos más impactantes y conocidas es la del encuentro con su rostro en el espejo tras doblar una esquina de rodillas como una gata y otra en la que fantasmalmente atraviesa una chimenea. Y juega con ese espacio pero no marcando el juego como haría un surrealista sino como un encuentro con la vida. La naturalidad de la composición; algo tan difícil de lograr. Cuando el espacio la encorseta aparece sin movimiento, vencida, como en esa fotografía inquietante liberada a destiempo del encierro entre animales.




Liberada tardía.





Su cuerpo en  multitud de fotografías, se puede decir que en la mayor parte de ellas, aparece fragmentado, asomado, y siempre, bien sea a trozos o entera, aparece desnuda o a punto de estarlo con una mirada directa a cámara. El cuerpo está en estilo directo: se trata de sentirlo suelto, revelándose o en contacto con algo ligero, vistiéndolo en ocasiones pero no para metamorfosearse tal como hace Cindy Sherman, otra fotógrafa de su propio cuerpo. Francesca no quiere huir; quiere revelarse, desvelarse. No hay nada más emocionante en una fotografía que el notar que algo se revela, que una mente y un cuerpo a la par digan así soy yo, así son las cosas. En un documental que ha visto la luz este año, The Woodmans (C. Scott Willis), su padre recuerda que a su hija en Italia, en los museos, lo que le interesaba de las pinturas era dibujar a las mujeres con trajes llenos de mucha fantasía. Como si fuera el comienzo del interrogante: ¿qué hay detrás de todo ese montaje, de todo ese envoltorio? Y empezó a desnudarse. La desnudez, el sexo femenino aparece y no es violento, no es una insolencia ni una provocación; es un desnudo evidente, lógico, claro, sencillo y verdadero. Una imagen tan poco impuesta como ese pelo suyo recogido pero vivido.




¿Premonición de su caída?





Cuando sale al exterior, no rompe su mundo; es ella en contacto con los árboles, con el barro, con las plantas. Es otra manera de intentar averiguarse. Al no tener datos externos de la época, a veces creeríamos estar viendo fotografías de los años veinte. Es ella casi su único perfil humano. Incluso llega a desdoblarse ante los espejos o encontrando algún doble de ella misma. E incluso llega a triplicarse: en una fotografía vemos tres cuerpos desnudos en cuyo rostro aparece la fotografía de Francesca y una foto más suya en la pared. Es una de sus fotografías más complejas en cuanto a su construcción. Pero se conoce el juego, el juego se revela porque en realidad no se trata de un juego sino de un trato entre el espectador y ella puesto que ella es la que lleva sus zapatos planos y la que se distancia.




Cuatro veces Francesca.




Su rostro expuesto pero falseado de alguna manera y sus calcetines, daría para que el pie de foto de esta última fotografía pudiera ser una frase suya que escribió en su diario «I whish I could change my mind as easily as I change socks but then I don’t change socks so easily». Frase juguetona y graciosa que bien podría ser de algún surrealista o quizá de Vicente Huidobro o incluso de Ramón Gómez de la Serna pero realmente Francesca Woodman en la frase y en su obra se aleja del movimiento surrealista. Su obra tiene un componente más dramático en cuanto a que no trabaja sobre otros, no trastoca una realidad dada sino que ella misma se convierte en la fuente de producción y de revelación.  




Horizontale, el juego más agresivo de Francesca Woodman.




Unica Zürn atada por Hans Bellmer.



En uno de los volúmenes que sirven de complemento a la exposición se pueden ver unos cuadernos sobre los que «actuó» Francesca. Unos antiguos cuadernos de ejercicios que encontró en Roma que como las capas de un árbol Francesca colabora a que contengan más «historia» y donde introduce fotografías y notas. La verdad es que parecía agarrarse al arte como algo vital, necesario. Hubiera sido una artista de largo recorrido porque no se intuye ningún agotamiento que sería ilógico en alguien tan joven sino algo de impostura y lo que tenemos es una curiosidad tal que a lo mejor es el reverso de aquello que le hizo saltar al vacío.


Nota: La Fábrica (galería) está en la calle Alameda tras el Caixa Forum en esa calle con varias galerías. Y su horario es de martes a sábado de 11:00 a 14:00 y de 16:30 a 20:30.

2 comentarios:

Frankie dijo...

Hola, muy bueno el post. Me encanta Francesca Woodmam. Aterricé aquí buscando algo interesante sobre Francesca Woodman.. al fin lo encontré entre tus páginas.

Muchas gracias por tu trabajo.

Errática Ana (Ana Calpena Santana) dijo...

Muchas gracias Frankie.

Se agradecen los ánimos pues a veces dudas y sientes que das palos de ciego. Seguiremos por aquí entonces.

A mí también me encanta Francesca Woodman!!