lunes, 23 de febrero de 2015

Las peripecias de Karen Blixen y el rumor de Alice Munro



Cuentistas.




Recién leída Mi vida querida de Alice Munro mi mano fue a la búsqueda de Siete cuentos góticos de Karen Blixen. Ambos libros están escritos por mujeres y son libros de cuentos. Pero la conexión que hice entre las dos obras fue más bien por un añadido; el contraste entre ellas. O eso recordaba puesto que la obra de la baronesa Karen Blixen la leí hace años.




Quince años.



Efectivamente, la había leído hace quince años. Tengo por costumbre poner en las primeras páginas del libro la fecha en que termino de leerlo. En el libro de Karen Blixen escribí “enero 2000”. Y hoy he vuelto a leerlo. Quería sentir la diferencia de sus voces sin contaminación de por medio.


Extraño también era encontrarme a mí misma leyendo cuentos. La obra de Alice Munro llegó a mí porque un amigo me la regaló y la de Karen Blixen había llegado porque formaba parte de una colección de libros que en su momento daban con el diario El Mundo. La lectura de relatos cortos o cuentos no es algo que escoja por propia voluntad. Me interesa más la novela donde al igual que los personajes tienen su tiempo para reconocerse y formarse, yo como lectora también quiero tenerlo para divagar, razonar, sospechar y tratar de entender. Tal vez este gusto dominante mío no sea más que un hábito.


La manera en que uno se enfrenta a las lecturas cuenta y lo que ese uno lleva consigo también. Ese consigo es su sensibilidad, trayectoria, edad,  preferencias y su estado de ánimo. Por eso, aun cuando estos libros provocaron cosas positivas en mí, al hablar de ellos, teniendo en cuenta mi relación con la brevedad, habla mi parte objetiva, consciente y analítica.



Karen Blixen por Richard Avedon.



Karen Blixen que publicaba bajo el seudónimo de Isak Dinesen, escribió en 1934 Siete cuentos góticos, cuando Alice Munro tenía solamente tres años. Tres años más tarde publicaría su libro más famoso; Memorias de África. Recuerdo que en uno de los veranos en que íbamos en bicicleta a la biblioteca a coger libros para leerlos a la sombra, saqué Memorias de África y la continuación de Lo que el viento se llevó. Menuda confesión. Digo yo que estaría en la edad del pavo a mi manera, siempre atascada en otras épocas. A la sombra de ese verano recuerdo que al poco de empezar la novela de la danesa la dejé de lado y sin embargo me leí de cabo a rabo Scarlett que así se llama esa continuación sureña de la famosa obra de Margaret Mitchell. ¿832 páginas que me metí en el cuerpo? ¡Madre del amor hermoso! Pero sí, lo hice.



Alice Munro, cuentista laureada.



Alice Munro, la escritora canadiense que ganó el premio Nobel de Literatura publicó Mi vida querida en 2012. La obra contiene diez relatos y cuatro recuerdos de infancia. Gran parte de su obra, si no la mayoría, son cuentos.


Los cuentos de ambas autoras, al menos los que yo he leído no pueden ser más opuestos. Fue como pasar de un cuadro de Sirgent Sargent a uno de El Bosco. Antonin Artaud en El teatro y su doble nos decía que el público lo que busca es un estado transcendental de vida a través del crimen, el amor, las drogas, la guerra o la insurrección. Ese público puede ser el mismo que lee Siete cuentos góticos pero ¿se puede desdoblar ese mismo público hacia la cotidianidad de Alice Munro? ¿Hablamos de un consenso a la hora de gustos en la actualidad?



Sherezade por Anton Pieck.



Porque lo de Karen Blixen es un horror vacui en toda regla. En cada línea hallamos veinte adjetivos, veinte referencias, veinte lugares y veinte historias. Nos presenta una muñeca rusa de relatos. Uno de los personajes cuenta una historia y el protagonista de esa historia a su vez cuenta otra historia que le contaron y así ad infinitum. No hay silencios. Aquí todo queda dicho. Locuacidad a vida o muerte tal como si fuera una Sherezade. A la narradora de Las mil y una noches se hace referencia como también a Orlando, Doña Elvira, Ulises, Shelley, Don Juan, Orfeo, Valmont, Sigrid, Sancho Panza, Charlotte Corday, Goethe, Lilith o Simbad el marino. Personajes de ficción, obras, creadores y personajes históricos interaccionan con las creaciones de Karen Blixen o sirven como ejemplo para perfilar aún más si cabe esos seres con rasgos particulares, pasiones extremas y finales fantásticos.


Seguramente la autora nos daría muerte tal como hace uno de sus personajes en Las carreteras de Pisa, si le llegáramos a decir que no nos parecen reales esos seres a los que dedica tanto empeño: «Creo que cuando usted muera no dejará rastro alguno, pero no le quepa la menor duda de que por las mansiones de la eternidad pasearán Orlando, el Misántropo y mi Donna Elvira». Muertes poéticas y pasionales  estas, nada que ver con las muertes realistas y humanas que la lógica imparable del tiempo dicta y nos recita Alice Munro.


Extensión de Alice.
Pero ese realismo de la ganadora del Nobel no es sinónimo de laconismo aunque sea más parca en palabras que la escritora danesa. No son palabras e historias planas sino todo lo contrario. Existe un rumor en el texto que va más allá de lo leído. Lo velado, lo no dicho revelan un atractivo a esa aparente banalidad. Son experiencias que salen de lo cotidiano y abren los sentidos. Sí suceden cambios, sí se realizan descubrimientos y sí hay encuentros reveladores pero esos cambios de rumbo vienen sin ser vistos. Dentro de la sorpresa, te da a entender que así es la vida. Por ejemplo en Llegar a Japón, donde el encuentro extramarital no se vislumbra, no es una necesidad expresada o sentida pero es orgánica. Ese encuentro podía haber supuesto una tragedia pero todo sigue adelante. En Corrie al final la mujer coja parece atar cabos y tomar una resolución: «Siempre hay una mañana en que uno se da cuenta de que todos los pájaros se han ido. Corrie tiene una certeza. Le ha venido a la mente mientras dormía. No hay ninguna noticia que dar. Ninguna, porque nunca la hubo». En mi cuento preferido, Dolly, tuve que retroceder en mi lectura, no por no entender sino para  reconocer y admirar  cómo ha presentado, de qué manera ha diluido la información hasta llegar a ese cambio de estado de la protagonista. Y el lector, ante tal sutileza, ante tanto respeto al personaje y por tanto al ser humano, se para y se interroga. El nuevo estado de consciencia de la narradora y del personaje sin nombre ¿hasta qué punto es una revelación de la realidad? ¿Hasta qué punto es imaginación del personaje? ¿Hasta qué punto como lectora y persona de este mundo eliges una posición?



«Siempre hay una mañana en que uno se da cuenta de que todos los pájaros se han ido».


Extensión de Karen.
¿Quién nos dice más? ¿Qué nos dice más? ¿La capacidad fabuladora de Karen o los rumores de Alice? ¿Las peripecias o los recuerdos? Me gusta ese miedo que no tiene Alice Munro de poder pensar que sean insuficientes sus palabras. Más aún cuando se limita a una geografía, a los pequeños pueblos que forman parte de Ontario, Canadá, allí donde nació. Karen Blixen por el contrario es casi un mapamundi (Pisa, Paris, Holstein, Copenhage, Zanzíbar, Basilea, Lucerna, Nápoles, Hirschholm, Sevilla, Cuba…) Sobreabundancia de personajes, lugares, adjetivos y referencias. Ese es el mundo de la danesa. Expansiva en la dimensión espacial pero también en la temporal. Toda su obra está encuadrada en años que no conoció. Como mínimo son veinte los años hacia atrás que separan sus relatos de cuando nació. En la primera mitad del siglo XIX está en su salsa, incluso algún cuento lo enmarca en el siglo XVIII. Fabular como es su caso, siempre es más viable en otro tiempo. Las historias de Munro por el contrario, se desarrollan en distintos momentos del siglo XX pero nunca más atrás de cuando era una niña. Desde la década de los treinta, pasando en varias ocasiones por la guerra y el día de la liberación, pasando por los cincuenta o setenta hasta llegar a la actualidad. Fabula y filtra los paisajes que vio y los colores que le rodearon y le rodean.


Sé lo que hay detrás de mí. ¿Qué hay delante?




La temporalidad interna también revela mucho de cada tipo de escritura. En Blixen está la urgencia de la acción, la acumulación buscando un sprint final. En Munro encontramos viajes en cierta manera circulares (Tren o Amundsen), la vivencia de un presente que resulta ser al final pasado (A la vista del lago) o un presente con una gran carga de pasado (Grava). La vida se rememora, te presenta retos, provoca arrepentimientos y muchas veces es en el presente y echando la vista atrás cuando cobras plena consciencia de lo que has vivido. Con el recuerdo certificas una vida.


Si la particularidad de los relatos de Blixen es toda su ingente fantasía (amuletos, transformación de animales en personas, fantasmas que hablan, intentos de envenenamientos, inundaciones, ataques de melancolía, tesoros escondidos, suplantación de identidad, corsarios, mujeres vestidas de hombres, etc) en los de Munro es la presencia de la religión, en realidad de las diferentes iglesias: metodista, anglicana o unida. En uno de los cuentos con título muy clarificador Irse de Maverley se intuye esa educación que late en el fondo pero que no es el centro del debate.


Puedes montarte en un tren o navegar en un barco. Esas son las maneras de circular por la vida de estas mujeres y sus personajes. No es una elección previa. Viaja en los dos y así descubrirás tras el viaje qué te ofrece cada una y después ya podrás crear tu hábito. El tuyo propio.

domingo, 15 de febrero de 2015

ENCADENADOS POR COCTEAU




La plebe se divierte en el teatro




ENCADENADO Nº 1. Sin premeditación alguna me veo encadenando. Y si tiras del hilo esto es un sin parar. El parón obligado es el tiempo de lo cotidiano porque es imposible cubrir todo lo que surge y te interesa. Al ver Birdman (Alejandro González Iñárritu, 2014) en el cine me entraron ganas de otra película teatral tal vez para compensar lo poco que me interesó la película de Iñárritu. Podían haber venido a mi mente otras películas pero la que lo hizo sin llamarla fue Les enfants du paradis (Marcel Carné, 1945). No tengo la película de Marcel Carné en casa así que lo más fácil era la biblioteca. Allí me encontré con María Casares pero sobre todo con su voz. Si hay algo que me atrae bastante de las personas es su voz característica, una voz  particular que tiene que ser más bien grave, que venga de abajo, de dentro, del fondo de uno. El poder escuchar esa voz hace que me quede más tiempo con esas personas e incluso  que les perdone más cosas. En el terreno de los actores que es una parte muy importante de su seducción de cara al espectador, María Casares me tiene ganada. En Les enfants du paradis había dos actrices, la protagonista, Arletty que de repente al sonreír me pareció una Julie Delpy en blanco y negro y la española María Casares. María Casares hacía de joven sufridora por amor y Arletty de las que hacen sufrir.





Sonrisas francesas idénticas

 
 

ENCADENADO Nº 2. Al cabo de unas semanas me veo delante de El testamento de Orfeo (Le testament d’Orphée, 1959) que me había regalado una amiga y ya estaba tardando en ver. Y ahí está María Casares tomando la voz cantante en su escena. Hace de juez y es ella por tanto quien pregunta.  Es el tono de voz de un actor que sabe que el texto que dice es importante, que no tiene prisa para llegar a nosotros. Esa cadencia de las palabras se echa de menos hoy. Claro que también depende de lo tratado en la película. Aquí por lo poético de Cocteau se podría justificar. También podría justificarse con otra actriz pero esta del momento actual cuya voz me fascina que es Bárbara Lennie. Se entiende que por su personaje en Magical Girl (Carlos Vermut, 2014), dopado y/o tocado, sus palabras tarden en hacer el recorrido y sea un camino por el que nosotros podemos andar, entender y disfrutar. Mérito de ellas y mérito de quien las dirige.








Algo habrá dentro de mí con eso de la voz. Ya de pequeña recuerdo que pasé un tiempo no pudiendo escuchar la voz de alguien muy cercano. Era algo superior a mí; me crespaba escucharla. Era como una especie de alergia. Era la voz, el tono, el timbre: todas esas cosas. No había razón evidente como pudiera sucederle a Pepa con Iván en Mujeres al borde de un ataque de nervios (Pedro Almodóvar, 1988).

 
 
 

No doy crédito





ENCADENADO Nº 3. La voz de Iván me llevaba como un bucle a Cocteau de nuevo, puesto que el momento de desesperación de Pepa esperando ansiosa la llamada del hombre y toda ella, está basado en La voix humaine (1930) obra de un solo acto que escribió Cocteau en 1930. Y Rossellini se encargó de inmortalizar el texto en pantalla con la Magnani. Pareciera todo una preparación para la actriz con la que tenía un romance y que justo el año que rodaron tal desesperación, empezó la historia Rossellini-Bergman cuando esta última le envió la famosa carta pidiéndole un papelito. Era el año 1948.






Anna Magnani y Jean Cocteau




ENCADENADO Nº 4. El testamento de Orfeo era la despedida de Jean Cocteau, interrogándose, mostrando sus inquietudes artísticas y humanas y encontrándose con sus amigos (por allí pululan Picasso, Lucía Bosé, Dominguín, Françoise Sagan, Jean Marais…). Todo un ejercicio metacinematógráfico rico en muchos sentidos. La capacidad técnica unida a la capacidad poética colocan a la película más allá del hoy sea cual sea ese hoy. En la película de Cocteau estaba y está María Casares y con quien también me he encontrado ha sido con Yul Brynner. Con él es con quien encadeno. Estos dos actores se cruzan a destiempo. En mi infancia nunca escuché el nombre de María Casares y después apareció a borbotones (Les dames du bois de Boulogne fue la primera ocasión) y sin embargo quien sí estaba presente cuando era pequeña era Yul Brynner y desde entonces no le había vuelto a ver un pelo ni en la tele.





Maria Casares interroga a Cocteau




ENCADENADO Nº 5. Ya que hace doblete María, hace doblete Yul. Sin intención consciente resulta que yo me estaba leyendo Los hermanos Karamazov y al tiempo intentaba ver paralelamente la adaptación cinematográfica que hizo Richard Brooks con Yul Brynner al frente. Así que Yul que hacía años que no se me aparecía, se me apareció por partida doble. Ha sido el regreso de Yul.





Otra María cerca de Yul: Maria Schell




ENCADENADO Nº 6. Cocteau era la conexión entre María y Yul pero su presencia ha ido a más. Por carambolas me enteré que Robert Lepage iba a presentar la obra Needles and Opium (Agujas y opio) en los Teatros del Canal. Me decepcionó lo que vi de él hace tres años en el Price, Playing cards 1: Spades. Fue un magnífico ejercicio de los actores y la tramoya y escenografía  era juguetona y trabajosa pero el texto y la historia en conexión eran débiles. Ahora sin embargo, aparte de que siempre el nombre del artista canadiense tira mucho, aparece Cocteau por en medio. Cocteau, Miles Davis y un ciudadano quebequense forman la historia de Needles and Opium. Cocteau asoma todavía más cuando leo que este hombre solitario, el tercer vértice por así decirlo de la obra o el que personifica las otras dos figuras,  “trata en vano de olvidar a su antigua amante”. Parece como una versión en femenino de La voz humana. Los tiempos parece que van cambiando cuando es el hombre el que es representado mientras desespera y lidia con la distancia y la pérdida de una mujer. Cocteau sostendrá mi interés y tal vez me lance a nuevos encadenados.




Robert Lepage servidor encadenado