jueves, 15 de diciembre de 2011

El camino inverso en el arte: Ángeles Santos.




Ángeles Santos dando la espalda a su obra.



Cuando fui a la exposición «La caballería roja» de la Casa Encendida allí vi una obra de Pável Filonov que en lo formal no tenía nada que ver pero que me llevó a un cuadro de Ángeles Santos llamado Un mundo. Pero hoy he descubierto que sin yo saberlo había una conexión. Al ver la pintura de Filonov regresé de nuevo a una obra que me conmocionó y que me hizo volver allí donde está, ya que lo tengo fácil: el MNCARS (Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía). Allí está Un mundo y también Tertulia (sala 207) ambas realizadas en 1929. Tertulia llegó conmigo a Madrid. La tenía en mi habitación sobre una guardada y preciosa máquina de coser Singer (de la casa, no mía). Era el lugar del papeleo y allí coloqué dos fotografías en blanco y negro que eran recortes de un periódico. Una de ellas era la reproducción del cuadro de Ángeles Santos. Lo conocí en blanco y negro y aún así me atraía.




Ángeles Santos de joven.




A los pocos meses de estar en Madrid, en mayo del 2004 pude ver realmente las obras de Ángeles Santos en una exposición en la Residencia de Estudiantes: «Ángeles Santos. Un mundo insólito en Valladolid». Sólo he ido a la Residencia un par de veces: por Ángeles Santos y por Almodóvar (al que no pude ver ni escuchar porque estaba todo completo pero vi a Esther García que cualquier almodovariano de pro podría reconocer). En  la Residencia se mostraban algunas obras suyas, entre ellas sus dos obras más importantes, las que hemos citado. No me lo podía creer. En una, todo un mundo; en la otra un mundo cerrado que te subyuga. Y empecé a curiosear sobre la artista, que si estaba viva, me preguntaba por qué ya no pintaba o en todo caso porqué con tremenda obra delante de mí no se sabía de ella.



Ángeles Santos eligió la vida al arte. Es así. Por una vez y aunque suene poco moderno nos encontramos con una artista que no acabó en tormento, con suicidio, con impotencias. No podemos hablar de una artista maldita porque ella misma no escogió esa vida. Y hubo un momento que pudo elegir. Decidió borrar y hacer cuenta nueva. Con 17 años pintó esas dos obras y muchas más pues vive en un periodo de obsesión por la pintura pero también de rebeldía y su padre la ingresa durante un mes en un sanatorio mental. Todo cambia a partir de entonces. Parece que le conviene la sumisión. Tras descubrir un mundo lleno de libertad, de ideas, de gente pero donde siempre está acompañada por el padre, hasta en las tertulias, también descubre que es un mundo donde esa promesa de libertad no se puede cumplir, al menos en su casa. Es un mundo muy machista y la mujer no tiene el mejor contexto. Mira alrededor, perdida, no tiene fuerzas para luchar, para romper ese contexto y decide aceptarlo destruyendo lo anterior.




Niña muerta (1930).



Ella rechaza esas dos obras míticas; las llama incluso «monstruos»; le parecen tétricos y recuerda que le han hecho sufrir. Destruye muchas obras suyas, otras las regala o pinta encima bodegones o retratos y deja de pintar un tiempo. Lo retoma al conocer a  su marido el pintor Grau Sala, lo vuelve a dejar y lo vuelve a retomar en 1963. Pero su pintura, su paleta cambia completamente. Se vuelve impresionista. Y la temática es más plácida, como si quisiera que le invadiera la paz, la alegría. Se vuelve más convencional. No hay más que ver dos autorretratos suyos de entre los pocos que realiza. El primero es de su primera etapa. Sola, grande, encuadrada, mirando al frente, con camisa oscura sin peinados complejos, ni joyas: una mujer, una pintora que va a descubrirse. Esta obra salió como portada de la novela de Elvira Lindo Una palabra tuya (evidentemente para el tono de la novela cuadraba este tipo de pintura). El otro autorretrato es muy distinto. Sus ropas se ciñen más a su cuerpo, está maquillada, y el pelo arreglado. Los tonos son suaves y hay mucha luz, por no hablar de las palomas. Ha vencido su tortura, porque está pintando plácidamente. Se ha sometido.



Autorretrato (1928).


Autorretrato (1942).



En su segunda etapa pinta lo que tiene objetivamente delante: paisajes, retratos, objetos, flores, etc. No profundiza, no reflexiona, no deja aflorar su interior porque ella misma ha decidido que sea otro. Hasta hace bien poco seguía pintando. Acaba de cumplir cien años: definitivamente no es una artista maldita. A veces hay que hablar de esos que decidieron quedarse aunque no vendan tanto con esa imagen tan plácida. Aunque realmente lo que nos ha traído aquí sea la etapa «monstruosa».



Esta mañana, buscándola, entré en una pequeña galería pegada al Thyssen. En la calle Zorrilla, la galería Albert Gallery posee muchas obras de Ángeles Santos y muchos catálogos sobre ella. No estaba expuesta. Hace un mes sí lo estaba debido al centenario de la pintora pero el dueño me dice que volverá a rotar y ahí estará. Le digo que me pasaré aunque no hace falta porque el hombre muy amable me enseña orgulloso todo. Me muestra catálogos, me abre pequeños armarios donde me enseña obras de Ángeles (todas de su segunda etapa), me lleva hasta al pequeño baño que también sirve de almacén donde hay más obras de la pintora. Y me enseña la obra que me confirma la revelación que tuve ante la obra de Filonov de la Casa Encendida.



Detalle de la obra de Filonov de título inmenso (1920-22).


Flores a lo Pollock



Esta obra recibe el título «Flores a lo Pollock» o algo parecido pues no recuerdo bien. Le pregunto al de la galería si el título lo puso ella. Me dice que no. Ella se da poca importancia; el título viene por un comentario de su hijo que comentaba que ella sin conocer, ni ser consciente, brocheaba como el pintor norteamericano. Una comparación peregrina pero en esencia muy cariñosa y a grandes rasgos con algo de base. Y ahí entreví un pequeño rastro personal de la pintora con Un mundo, tal vez por ser una de las pinturas más abstractas, poco definidas de su segunda etapa donde tal vez al no tener un referente real o alejarse de él (jardín) tuvo alguna conexión con su interior más escondido. Cosas del espectador que cree ver más que la intención del artista. Pero para eso estamos.  



Ángeles Santos empieza a pintar originales (no solo copias de Ingres) en 1928 con dieciséis años y al año siguiente pinta sus obras maestras y expone  en el Salón de Otoño de Madrid. También tiene una exposición individual en Paris y pasa por la Bienal de Venecia en 1936. Toda la obra de este primer periodo la realiza en Valladolid donde vive con su familia en uno de tantos destinos de un padre funcionario.  Conoce a Lorca y Ramón Gómez de la Serna con el que se cartea. Hay un mundo ahí afuera pero difícil para una mujer. En cuanto se casa con su marido, empieza la guerra civil, ella se queda y el marido vive en París. En la distancia viven veintiséis años y los últimos siete años de su marido los pasa con él en París para luego regresar.



Obra de una Ángeles Santos sosegada.



El recorrido pictórico de Ángeles parece el inverso a la lógica. Empieza con un universo propio, oscuro, particular, reproduciendo escenas complejas con mucha historia dentro del lienzo que llega hasta reproducir todo un mundo. Son obras grandes, simbolistas y surrealistas. Después acaba pintando a modo impresionista con colores alegres, flores y más flores casi con un tamaño idéntico para todos sus lienzos. Flores y retratos como el que está empezando que necesita practicar, sólo practicar.



El rastro de su obra más interesante la que hizo entre 1928 y 1930 en solo tres años se pierde. Realizó muchas pinturas y muchas quedan, otras las vendió y quedan en su recuerdo y en alguna lámina a lápiz de la que recuerda se la compró un alemán. Otras las destruyó en ese proceso de ocultar su yo anterior. De entre las que tapó pintando encima existía un cuadro que era un jarrón con flores, la galería rascó y surgió el retrato de un muchacho. Se decidió conservar la firma de la autora en su segunda intervención y una pequeña flor que sale del cuello del muchacho. Un tanto extraño pero una obra donde conviven las dos etapas, la segunda con una simple mención, ya que la importante es la primera. También existe por ahí circulando un autorretrato de ella misma desnuda.




Esa otra habitación donde pasan las cosas.




La obra habitación (1930), realmente era más grande por su parte inferior. En ella vemos un niño que se tapa los oídos y está de espaldas y otro cortado en la parte inferior. En un principio, la obra incluía otra figura junto al niño de abajo que estaba apoyado en el suelo boca abajo dejando el culo al aire mostrándolo al niño de abajo. Parecía una obscenidad y Ángeles lo eliminó.




Todo un mundo creado con diecisiete años.



Pero sobre todas las cosas hay que mirar y volver a mirar y descubrir y volver a descubrir esos dos pequeños «monstruos». En el Reina están situados uno en frente del otro enmarcando la sala. Entre tanto, Dalí, Gutiérrez Solana, José de Togores…  Se trata de dos grandes obras: Un mundo 290 × 310, Tertulia 130 × 193. El primero tiene mucho de surrealista, de realismo mágico, al segundo se le vincula con la nueva objetividad alemana; realismo moderno. Un mundo es una fabulación para niños y es una disección para los adultos. Todo un mundo representado, delante del que puedes pasarte horas mirando. El mundo no es una esfera, es un cubo porque es evidente el contraste que hay entre el día y la noche, entre lo bueno y lo malo, el ocio y el desastre puesto que vemos un cine, alguien durmiendo, una estación de tren, pero también un asesinato, un cementerio, un cortejo fúnebre: la vida. Alrededor de la tierra aparecen ángeles que quitan un poco de sol al sol para crear las estrellas. Sin sol no hay estrellas, sin día no hay noche y viceversa. Ver la vida dualmente como Picasso en su etapa cubista como realmente declaró la pintora. Picasso fue otro de los que visitaron Valladolid y al ver su obra reconoció su influencia.




Tertulia (1929).




En Tertulia tenemos cuatro mujeres que vemos en picado en un espacio muy cerrado donde sólo aparece un sofá. Una lee, otra nos mira, y las otras dos parecen discutir (aunque una ignora a la otra). Están en la oscuridad y el foco de luz viene por la derecha. Una tertulia femenina como solo podía ser, entre mujeres y en una casa. Nada que ver con las grandes tertulias del café Pombo, masculinas y a la luz pública. A esas acudía Ángeles pero acompañada siempre del padre. La libertad aquí deseada es mostrada por la disposición poco formal de los cuerpos: una de ellas medio tumbada, otra sentada asomándose hacia la que le habla que parece estar en el suelo, y la que está sentada sobre un pequeño taburete de endebles patas. Y ellas fuman, nos miran sin temor, leen reflexivamente. Las telas, las luces y las sombras forman líneas rectas sobre superficies lineales, el mismo contraste que Un mundo exhibía.




Hasta de día algo tétrico se asoma.




Mucho de lo que vemos representado es lo femenino. En Tertulia son cuatro mujeres y en Un mundo, todos los personajes que están más allá de la tierra son cuerpos femeninos. No hay otra manera de representar el cuidado, la protección, la mano que domina el mundo. No hay mejor manera de reivindicar una realidad que muchas veces no se quiere reconocer exhibiéndola. Los tonos en estas obras y en todas las de este periodo son de una paleta oscura, negra, como una realidad a media luz. Incluso las que representan el pleno día como Calle de Valladolid I (1929) representa un cielo que no es azul, que solo permite pasar la luz y la gente, niños y mayores van de negro e incluso el único ave del cielo parece ser un cuervo.



De las pocas naturalezas muertas de este primer periodo es el cuadro Lilas y calavera (1930). El cuchillo y la misma calavera junto con la paleta utilizada no estarían en esa obra posterior, donde las lilas no estarían en un rincón junto a una pared marrón en sombras. Después, las lilas estarían colocadas sin un contexto, en un mundo abstracto lleno de color.



Lilas y calavera (1930).


El bodegón más tarde.



Las facciones y perfiles de sus figuras a veces son muy geométricas como si fueran símbolos más que figuras, como si quisieran contar caracteres. Endurece los rostros que a veces parece que se animalizan porque suelen ser más grandes. En Un mundo las figuras de la parte inferior derecha están calvas e incluso una tiene como definidos sus pechos y su barriga: indicando lo femenino.



El reino vegetal y el reino animal (1930).




En El reino vegetal y el reino animal (1930) tenemos dos niños con unas extremidades enormes. La infancia relacionada con lo monstruoso. Ángeles Santos entrando en un mundo complejo, de dudas, de aristas que poco le van a dejar observar y del que tiene miedo y huye. Huyó hacia otro arte para conservar una vida. Fue su elección. Tal vez si no hubiera huido de esa manera, no lo hubiera soportado y más con la vuelta atrás que supuso la guerra civil, tal vez su huída hubiera sido otra, la de los malditos como Rimbaud con el que algunos la han comparado. 


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