martes, 10 de diciembre de 2013

Elecciones por el puro gusto. Reacción a La grande bellezza y a un sueño.





Historia de una vida, historia en una ciudad.




Ayer me senté en una sala de cine y vi La gran belleza (La grande belleza, Paolo Sorrentino, 2013). Confieso que fui, espoleada y guiada por el detonante del premio a la mejor película del año en los Premios del Cine Europeo. Por otro lado, la duración de una película no es, para mí, un factor de demasiado peso a la hora de ir a verla, el que retratara una ciudad europea sí. Ambas cosas tiene La gran belleza. Eso en esta ocasión. Una vez empezada la película fui consciente de la película durante toda la proyección. Esto puede ser bueno o puede ser malo según si se quiere atacar o defender la idea. Es malo si la idea es que la película te lleve lejos o te sumerja en su mundo. Y bueno si te hace apreciar, analizar y descubrir al tiempo que la ves, cosas que no solo pasan por la emoción. Entonces, repito, fui gratamente consciente.




Fauna urbana creando arte.




Y estando en esa consciencia estuve en muchos sitios. Nada más empezar, la estética de la película me atrapó tanto formalmente como de contenido. Con respecto al contenido puntualizo que uno se integra y hace lógica la exageración, mal gusto o qué se yo qué opiniones diversas de ese contexto italiano. El ligero travelling, la simetría del plano del monumento fluvial con las cantantes, el plano medio de la cantante, la música, el eco, el cálido tono del momento del día elegido, el encadenado del esperado grito en la siguiente secuencia, etc. Todo me encandilaba reconociéndolo. Tal vez adulaba mi ego cultural que todos necesitamos mimar. Y seguí comprometida con la película. No voy a negar momentos de relajación, que los hubo, pero se disipan en el recuerdo.





Léos Carax mira desde arriba.






Fui consciente también de que me llevaba a mucho cine europeo: Wenders donde no me apetece meterme más a fondo; Fellini y Almodóvar por la fauna humana y retrato de una ciudad. Pero donde quiero llegar es que me vino a la mente Holy Motors (2012) de Léos Carax. La conexión vino tal vez por los momentos de fantasía, por la envergadura del proyecto o por los actores fetiches de los directores como protagonistas al que le rodea cierta fauna (Toni Servillo – Denis Lavant). Al contexto temporal y espacial no le voy a quitar mérito, por eso tal vez la conexión se vio favorecida por la escasa diferencia de tiempo de estreno y porque ambas las vi en la misma sala del mismo cine sin otra película en ese espacio que las intoxicara.




De todas formas regodeándome en ambas, Léos Carax no necesita permiso, es un alterador del orden fílmico. En cambio Paolo Sorrentino lo primero que hace es avisar y nos hace leer a Céline con una cita de Viaje al fin de la noche (1932):



“Viajar es muy útil, hace trabajar la imaginación. El resto no son sino decepciones y fatigas. Nuestro viaje es entero imaginario. A eso debe su fuerza. Va de la vida a la muerte. Hombres, animales, ciudades y cosas, todo es imaginado. Es una novela, una simple historia ficticia”.





Sorrentino avisa de la ficción que veremos, una ficción a pie de tierra que tiene un par de momentos mágicos (la jirafa y la última aparición del personaje de Ramona) que podemos no darle la entidad de fantasía. La verdadera creación en la vida la podemos tener todos, parece decirnos Sorrentino; solamente trayendo al presente los buenos recuerdos, los momentos que dejamos pasar de felicidad o que no entendimos. El recorrido vital romano del escritor Jep Gambardella comenzó con 26 años los que yo tenía al llegar a Madrid. No solo este dato insignificante me liga a La gran belleza. ¡Pero si es que hasta Sorrentino me hace menos difícil mi elección italiana y no francesa, no solo por la cita de Céline sino por la presencia fugaz de Fanny Ardant!





¿Es la simetría clasicismo?




Y por último en mi recorrido de consciencia, volviendo a ella, fui consciente de lo que opino de mí. El objetivo de lo que escribo no es realizar un comentario de lo visto ni en una ni en otra sino lo que provocó en mí. Que me gustara más la película italiana que la francesa es lo importante. ¿Por qué? El camino fácil, lógico y generacional sería que me gustara la francesa y más con la filiación francesa que tengo últimamente. Pero no puedo mantener la pose y creo que lo que escribo ahora me sirve para asumirlo y por eso antes hablaba de adular mi ego cultural. Porque hasta llegar aquí me he castigado. Y esto viene de largo. 



Prefiero el encadenado al corte brusco, un cuadro a un puzle, una reflexión a un disparo, un ensayo a un relato, un piano a  la música industrial (que no mainstream) y muchas cosas más. Y difícil es cuando tu contexto o el foco con el que te mides es otra cosa. Siempre me he sentido rara pero no en el sentido moderno. Mi rareza era de la de mirar atrás, no adelante. Mi rareza se ancla en un pasado no vivido aunque conocido, mientras que la rareza moderna se basa en lo nuevo novísimo y lo que queda por vivir. Prefería no participar en cuestionarios no por timidez sino para que la gente no perdiera el tiempo y yo tampoco me pusiera en plan masoquista y lo digo tan segura porque lo viví. Recuerdo una encuesta en la universidad que gente de mi edad me pidió que hiciera. A medida que avanzaba la encuesta el bolígrafo ya no tenía por qué seguir trabajando. Lo vi dudar, ir más lento. Mis hábitos, mis gustos ¿a santo de qué? Hace años lo cubrías con un tupido velo, ahora no tengo por qué. Es lo que tiene la edad y por eso no me importan las arrugas: ¡he conseguido cosas mejores!












La parrafada y apertura en canal anterior no solo lo provocó La gran belleza sino también un sueño que tuve hace un par de noches. Allí yo cantaba muy bajo la canción Cry me a river de Julie London. Al escucharme, otra mujer frente a mí, la reconocía y continuaba ella cantándola. Después mirándome me decía que las dos teníamos que haber nacido en esa época no en esta. Igual que la película me gustó y lo asumo, igual que lo asumo escribiendo aquí, lo asumí también en sueños. Porque que tú te expreses cantando, que otra persona cante lo que tú y que ella exprese en conjunto lo que podrías pensar tú en solitario es un bonito y positivo sueño créanme. Definitivamente sin yo ser consciente pero asumiendo que soy yo la que me dirijo, mis elecciones, mis películas, mis músicas, mis sueños, mis conversaciones y mis amigos me llevan no a no sentirme rara sino a asumir que todos lo somos; que al igual que somos seres sociales, somos seres individuales; que solo es el contexto el que muchas veces nos define y el contexto varía constantemente.






Factores para decir "me gusta".






Pierre Bourdieu ya le daba vueltas a mi elección cinematográfica en su obra La distinción. Criterio y bases sociales del gusto: «La naturaleza de los bienes consumidos y la manera de consumirlos, varían según las categorías de los agentes y los campos a los cuales aquellas se aplican». La obra de Bordieu por cierto, solo la he ojeado que no hojeado porque internet es visual y no táctil y visto lo que he escrito por aquí me es urgente y necesario leerla. Queda pendiente para meses más tranquilos y sin falta en su momento, aquí daré cuenta de ello.