domingo, 26 de febrero de 2012

Deseos en 35 mm



Viajo con Jacques Tati.





Esta mañana amanecí recordando este texto que escribí hace años llamado Deseos en 35 mm. La idea de escribirlo no partió por pura iniciativa sino por algún tipo de concurso mini-literario no recuerdo con qué intención que evidentemente no gané. Me ha costado encontrarlo entre las carpetas del ordenador a pesar de mi rígida organización pero aquí está. Y más allá de la escritura lo que prima aquí es el juego metacinematográfico. Leyéndolo descubro muchas referencias de las que algunas me han costado reubicarlas porque me empapaba entonces de películas que tal vez ahora están menos visibles. He descubierto veintiuna películas que van desde el más estricto detalle hasta una generalidad más que evidente. Una de ellas aparece en tres ocasiones. Así que os invito a participar en esta especie de autodefinido y me vais contando qué tal os ha ido.



DESEOS EN 35 MM

      «Siempre deseé en mi infancia que un hombre maduro me pintara las uñas con delicadeza. Mis muñecas arrinconadas me daban un miedo que reconocí y creció al ver a la muñeca Bette Davis en su decrepitud infantil. Mis juegos eran de mayores; no paraba de hacer puzzles gigantes junto a la chimenea del gran salón de una tía lejana cuyo marido era mi Jacques Tati particular. Más tarde jugué al billar, buscando siempre un rival poderoso con el que perder. Estuve a punto de encaminar mis pasos por el funambulismo simplemente por aquel anuncio de champú que proponía una tal Elvira y que me obligó a moldear unas piernas que no serían las mismas si no hubiera visto las de aquella mujer de aquel país escondido tras la bruma. Sentía tanta soledad que lo único que me aliviaba era escuchar música para saxofón y desear estar rodeada de animales como esa mini-arca de Noé de Pepa. Al final sólo tuve un vulgar gato sin nombre. Visitaba a menudo los museos antropológicos por si allí me cantaba alguna Ann Miller reservada para mí o en su defecto una joven cantante española. Más tarde me hubiera gustado terminar mi matrimonio con una carta que él leyera sentado en la hierba junto a mí pero lo más que hice fue dormirle con un gazpacho convenientemente dopado. Mis baños eran largos porque me ponía a escribir dentro mi diario soñando una juventud francesa con bañador amarillo canario. Lo primero que quise tener en mi propia casa fue un teléfono rojo para evitar la oscura blancura de los que siempre esperan desesperados al amante y tener la solución al menos de lanzarlo contra la cristalera. Como organizadora de cenas más bien parecía un ángel exterminador que un príncipe siciliano. Cualquier mujer que se me acercaba en el metro la imaginaba sacándome la cartera para a continuación venderme una corbata cuando lo que más quería era un estúpido sombrero parisino deseado por alguna camarada del pasado. En el metro es difícil encontrar una mano amiga por eso hasta se llora de alegría cuando nos defiende alguien de un maldito escupitajo en la cara. Aunque tuviera muchos sueños y deseos en mi cabeza, mi verdadera vida la vi y la viví al ver a Jeanne Dielman en su monótona vida de burguesa prostituida».


"Mi pura realidad"

sábado, 25 de febrero de 2012

Mi trayecto de Rufus Wainwright



Señoras y señores...una voz.



¡Vallisoletanos y granadinos! Estáis de suerte porque Rufus os visita. Al mismo tiempo que esto se publica Rufus está muy cerca, en Valladolid preparándose para su actuación. El 4 de mayo los granadinos podrán escucharle en la misma Alhambra. Yo me quedo en Madrid a la espera de que vayan floreciendo conciertos y venga a Madrid a pasearse una vez más ante el Bosco en el Prado. Y en un par de meses nuevo disco del muchacho. Por eso y porque no está de más, me pongo a repasar y repensar a Rufus.


Rufus ha sido como una espina dorsal de la música para mí. El comienzo, hace diez años en Moulin Rouge (Baz Luhrman, 2001). Allí, entre otros, sonaba Rufus con una canción y es lo que más se grabó en mí de todo lo que vi y escuché teniendo en cuenta que se trataba de un musical. Se agarró y me emocionó. En las cinco ocasiones en que le he visto en concierto solo la cantó en el lugar menos apropiado, en la sala de conciertos la Riviera. Y como en la mayoría de sus conciertos, lo recuerdo todo, las trenzas, las sandalias, la compañía, porque Rufus siempre se graba un poquito más hondo que el resto.







Complainte de la butte es una canción que escribió Jean Renoir  para su película French Cancan (1954). Y sucedió casi al tiempo, escuchar a Rufus y ver la película en esa escena en la que el productor del Moulin rouge (Jean Gabin), se quedaba maravillado por el descubrimiento de una muchacha que cantaba desde su ventana y que luego formaría parte del cabaret. Allí yo era Gabin.








Y el rastreo empezó y derivó en conseguir sus trabajos siempre con un poco de lógica por el dinero y por sentido común. Y así llegó All I Want. A Portrait of Rufus Wainwright, con videos musicales y entrevistas. Y más tarde el dvd del concierto homenaje a Judy Garland Rufus! Rufus! Rufus! Does Judy! Judy! Judy! grabado en directo en Londres. Y por supuesto sus discos. No todos, porque de los seis de estudio que tiene me faltan dos que aunque muy escuchados, físicamente no los puedo palpar y eso lo dejo como una indirecta para aquellos quebraderos de cabeza cumpleañeros de amigos una vez llegado el mes de noviembre. Cada uno tiene una vinculación. El último está vinculado a Barcelona muy acorde con la situación. Y estoy deseando que me retroalimente el último que va a sacar porque se supone que es alegre, optimista y bailable así que la primavera estará llena de color.



Su álbum Want one es tal vez el que más se acomoda a mis oídos. El más rico en cuanto a melodías y mezclas, el más complejo y sorprendente. Se publicó además en 2003 el año del cambio. Y en los coros, además están su hermana Martha, Teddy Thompson y Joan Wasser (Joan as police woman).








Son pocos los vídeos sean videoclips o grabados al momento con suficiente calidad para exhibirlos por lo que no hay mucho donde escoger. California tal vez sea una de las canciones más movidas entre tantas melancólicas que tiene Rufus. Pertenece a su segundo álbum Poses (este sí lo tengo) y tiene ese componente juguetón y de divo tan característico suyo. Además me parece muy gracioso el dúo que forma junto a su hermana, siempre tras de él hasta que se animó a ir en solitario.




El primero. El típico homónimo.



El segundo.





El tercero. El caballero.



El cuarto. La dama.




El quinto.




El sexto. Lo oscuro.



Sé que voy a ser atacada por muchos pero tras ver Brokeback Mountain (Ang Lee, 2005) se sobredimensionó en mí una película que resultó plana para mí porque al terminar la película y aparecer los títulos de crédito, mis oídos ¿qué escuchan?....a Rufus con Maker makes y salvó la película. En otra ocasión fui al cine a ver La edad de la ignorancia (L’âge des ténèbres, Denys Arcand, 2007) y no fue porque me gustaran El declive del imperio americano (Le déclin de l’empire américain, 1986) o Las invasiones bárbaras (Les invasions barbares, 2003) que por otra parte sí me gustan, sino porque allí en persona aparecía Rufus, muy acorde, muy teatral, tal cual lo descubrí por primera vez, coronado como si fuera un césar.


Hay muchas cosas, hay mucha conexión pero me las voy a reservar, en todo caso nos vemos por aquí en poco más de dos meses porque Out of the game su séptimo álbum de estudio está a puntito, a puntito.

domingo, 19 de febrero de 2012

Las hogueras de Concha Alós.




Mi edición sesentera.



Las librerías de segunda mano. Dos atractivos: la historia que los libros llevan dentro y la historia que le imprime el lector. Unos imprimen más que otros. Yo confieso que soy de las que imprimen a base de bien. Subrayar, redondear, flechas, cruces, colores, números si no hay colores, etc. Deformación por los estudios, tal vez. Muchos incluso claman al cielo como si el libro fuera un alma a la que no hay que violentar. Para qué lo voy a dejar impoluto en una estantería allí enterito, como si no lo hubiera embebido. A mí me sirve mucho para ir al grano cuando recuerdo algo que me impactó, algo que quiero retomar o simplemente ver en qué me detenía por aquel entonces. Los intereses, las emociones varían de un año a otro y a veces echar la vista atrás para ver lo que se era, lo que se llevaba encima a cuestas viene bien. Y para eso no solo sirven las fotografías. Fijar momentos de felicidad.



Para buscar con objetivo claro, tenemos la maravillosa página uniliber.com donde por toda España y después por cada librería te informan de donde está ese libro descatalogado, imposible al que quieres llegar. Pero qué mejor que perderse y sorprenderse. Una tarde buscando otra cosa encontré un par de libros que si no los buscaba conscientemente, estaban ahí para decirme que sí los debía encontrar. Estaban entre esos bloques variopintos de dos libros cinco euros. Allí estaban Aurelia de Gerard de Nerval en una edición del 77 mexicana, una locura breve que ya había leído gracias a la biblioteca siguiendo los pasos de suicidas. El otro libro era por la autora; Concha Alós. El libro: Las hogueras.



Documento autobiográfico sobre la guerra civil.




Concha Alós falleció hace tan solo unos meses. Sirva este texto como homenaje a ella y a otras autoras por ahí ocultas, escritoras durante el franquismo que aunque con premios importantes y tiradas importantes fueron censuradas primero por la dictadura y después por la crítica, brazo extendido de la dictadura. Doble obstáculo que junto con el hecho de ser mujer hacía difícil su visibilidad. De todas las autoras que surgieron durante el franquismo Concha Alós fue la más tardía pues empezó a publicar en los años 60. Y por eso también fue de las que tenían un camino abierto para poder hablar de ciertos temas aunque no se libró de la censura. La moral era más relajada pero no la institución franquista. Sus novelas El caballo rojo y La madama sufrieron por ello, por reflejar la guerra civil y sus consecuencias una severa censura; un largo recorrido por varios censores intentando asegurar algún que otro párrafo. Fue junto con Carmen Kurtz de las más arriesgadas y críticas. Es un testimonio directo de la situación de la mujer, un pelele entonces junto al marido que recordemos se le restringía la educación, se le privaba de una independencia económica y legal, se mutilaba sus capacidades, y para la que el placer le estaba negado. Era la subordinada, el segundo sexo digamos. La defensa de la moral según los postulados católicos y la glorificación de la patria y los postulados franquistas eran la clave en todo esto de la censura. La sutileza y astucia (como señalaba Juan Goytisolo) que estas escritoras manejaban forzadamente son increíbles.




Las hogueras es un fiel reflejo del año en el que se escribió: 1964. Tiene lugar en un pueblo de Mallorca, Son Bauló, donde acuden con el buen tiempo turistas de todas partes. Estamos ya lejos de esa primera posguerra. Ahora España abre las fronteras y Franco intenta poner buena cara al exterior. Si la novela destaca por dos cosas es por la descarnada visión de la sociedad de aquel entonces, enclaustrada, aún tirando desde muy atrás y por un lenguaje brusco, brutal de enorme fuerza. Un lenguaje que conserva aún algo de ese tremendismo español que destacaba la década de antes. Las hogueras no sufrió censura alguna porque aquí no hay referencias políticas más que un par de detalles sueltos como las consecuencias de la cárcel en un hombre muerto en vida. En lo que atañe a la moral, el adulterio del que no hace apología no se desvela sexualmente y la prostitución aparece como uno más de los personajes, pero aparece, todo esto cosa impensable años atrás. Es todo más sutil. El franquismo quería novelas positivas con héroes positivos que demostraran el buen hacer  y orgullo español por lo que esta no es precisamente un buen ejemplo. Para nada. Seres errantes y frustrados sin posible comunicación. La falta de educación, la inmigración que vive insanamente en lugares sin ventilación, la monotonía, la violencia soterrada y no tan soterrada que provoca la represión son evidentes.



Castellón, Murcia, Mallorca, Barcelona: recorrido vital.



La mujer bien en el caso de las clase más bajas, como en la maestra como en la cuasi protagonista de la novela, Sibila, una ex modelo, todas, todas han sido compradas de alguna manera por el hombre y si no lo han sido no son nada en esta vida. «La había comprado Archibald con su dinero, con su paz, como años atrás pudo comprarla otro cualquiera por un panecillo caliente»,  «Las chicas, según ella, no tenían más ambición que llegar a ser el parásito del primer hombre que se les pusiera a tiro», «Podía hacer muchas cosas, podía hacerlas, pero su temperamento, su carácter, la falta de costumbre, su condición de mujer se lo impedían», etc. La posesión se repite una y otra vez en la pareja Sibila-Archibald y se ve en pinceladas esa atadura de pies y manos de la mujer, ninguneada burocráticamente que no puede recibir un dinero que le pertenece si no hace acto de presencia el marido. La figura de la mujer aquí no escapa, pero sufre por dentro la impotencia de saber que no puede exigir placer, que no puede separarse por el motivo de no querer, de que no la quieran: «Bastante sujeta estaba la hembra humana a ese ser fatuo que se consideraba superior y dicta las leyes». Y el ambiente constantemente está encuadrado en un olor fétido, aire viciado y lleno de moscas, marchito, mortecino, donde no hay electricidad.



Y al final, ¿que queda? El silencio, la vuelta a la rutina. «Dios continúa lejano, inasible». Aquí el desamparo real de la sociedad española del momento llena de ira sorda, de impotencia, de una profunda y vaga sensación de fracaso.
Un silencio, un frío en los huesos, una impotencia, una tristeza que a mí no solo me genera la historia. Es un reflejo de lo que provoca la playa en mí. El recorrido temporal de la novela parte del invierno y pasa por la primavera y acaba en verano en un final triste, monótono que no cubre ni el sol. Normalmente una playa, un pueblo costero en invierno es más deprimente que uno de interior; eso todo el mundo lo sabe. Quedan rastros y evidencias de lo soleado, bonito y movido que ha sido ese lugar. Pero no por ser pesimista, yo en pleno verano veo lo contrario: veo tristeza, veo humedad hasta en los huesos, veo soledad, veo que las olas quieren venir pero terminan yéndose, todo termina yéndose. El lugar costero sea en verano o en invierno invita a soledad y esa invitación no es bienvenida. Así que buscaré una novela con mucho tráfico, con mucha actividad, aunque pensándolo bien procuraré no acercarme mucho a las olas, no me gusta el rastro que dejan tras de sí. 

lunes, 6 de febrero de 2012

Dream of you... Singin' in the rain (Cantando bajo la lluvia).






Varias circunstancias han coincidido en mis alrededores para que tengamos aquí y ahora Cantando bajo la lluvia (Singin’ in the rain, Stanley Donen & Gene Kelly, 1961). Aunque para verla no es necesario ninguna excusa. A finales de este mes de febrero y hasta mitad de marzo en el Círculo de Bellas artes bajo el título de La edad de oro del musical americano, título muy simple y muy aclaratorio podremos ver ocho películas que van desde  1949 Un día en Nueva York (On the town, Stanley Donen & Gene Kelly) hasta 1961 con West side story (Robert Wise, Jerome Robbins). Ya se sabe: versión  original, pantalla grande...




La Cineteca: buen envoltorio, buen contenido.



Por otro lado, el otro día estuve en la Cineteca, el nuevo espacio para el documental en Madrid dentro del Matadero. Un espacio a visitar, una sala en la que perderse. Parece como si estuvieras bajo un cielo estrellado de noche preparado para ver algo especial. El espacio es un envoltorio perfecto y engrandece lo que allí se muestre. Es espectacular. Y lo acompaña también la disposición de las butacas en plano vertical tal cual los antiguos anfiteatros pero sin la tendencia circular de estos. Ya sé que en los nuevos complejos cinematográficos las butacas están dispuestas  así pero ahí pierden la gracia. Yo hablo de salas individuales, sobrias, donde ver cómodamente buen cine. Por eso se agradece y son las mejores para mí la Sala Berlanga, el auditorio del Caixa Forum y esta sala Azcona de la Cineteca. Durante la segunda mitad de febrero proyectan unas cuantas cositas de los directores Danièle Huillet y Jean-Marie Straub bajo el título Exigente sí,  difícil no: El cine de Straub/ Huillet. Retomando: pues el otro día vi un documental sobre los actores que fueron a Hollywood en los años veinte a rodar las versiones en español de las películas norteamercianas para el mercado hispano. Se llama Hollywood talkies y lo han dirigido Óscar Pérez y Mia de Ribot, producido por Luis Miñarro que se presentó en el pasado Festival de cine de Venecia.




Los directores de Hollywood talkies.
 



El documental alterna fotografías en blanco y negro de la época con imágenes en video pero en plano fijo en color de esos lugares en la actualidad; esos lugares que contextualizaron su estancia allí. Presenta un diálogo temporal pero desde el hoy, desde el final de esa aventura, desde el fracaso, ilusiones perdidas, caída de un mito: desde la ausencia como declaran los directores. Las imágenes en color solo muestran espacios deshabitados bien sea playas, un cine, un estudio o una calle que siendo video, siendo tiempo detenido en el que el espectador nota que el tiempo pasa y en el que no pasa nada es más desolador; la ausencia queda sellada. Y las fotografías en blanco y negro al contrario muestran a esos actores españoles mirando a cámara, posando, mostrando un estilo como el que quieren adaptar de Hollywood: colores claros en las ropas, peinados muy definidos.... Estaban allí y querían dejar constancia de la ilusión y orgullo que eso suponía pero no salió bien la aventura. El proceso, los detalles, las historias particulares van salpicando las imágenes bajo una voz en off que nos descubre muchas curiosidades de cómo se realizaban por la noche esas copias de películas americanas que se hacían durante el día aprovechando los mismos escenarios y vestuarios. Y no solo revela modos de producción sino la experiencia de los españoles en esa tierra, en ese modelo de producción, en ese estilo de vida. Muy gracioso el momento de no recuerdo qué actor que le manda una carta el estudio diciéndole que no tomara más el sol en las playas californianas porque para el papel de negros ya tenían muchos ellos allí. Para estos actores era lo máximo a lo que podían aspirar, para los americanos lo peor. Una manera de castigar a algún director era mandarle a rodar estas películas. Y así muchas historias que acabaron pronto cuando se dieron cuenta de que el sistema de rodar estas películas era totalmente un fracaso y entonces la ilusión tuvo que volverse a España encontrándose con una guerra y con historias muchas veces trágicas.



La sufrida Debbie tras dar los buenos días.




Resulta muy interesante el documental y la música final de Taku Sugimoto me encantó. Pero retomando otra vez la vereda perdida: Cantando bajo la lluvia. Esta película se centra en la época del comienzo del sonoro, en los años veinte. Otro tipo de adaptación en la misma época que la que presentaba Hollywood talkies. Me vino a la cabeza la película. ¿Y por qué esta canción? ¿Porqué Dream of you? Supongo que habrá muchas razones personales, emocionales, psicológicas que deducir o no, pero así por encima recojo dos.  Investigando, leyendo y conociendo el trasfondo, resulta que la propia Debbie Reynolds era una sufrida tanto en lo personal (su marido la abandonó para casarse con Elizabeth Taylor) como en lo profesional. Por cierto, su hija Carrie Fisher (la princesa Leia) tiene una biografía que estoy deseando leer, llena de un sentido del humor cargado de sarcasmo donde la madre, el padre, las drogas y demás pululan a sus anchas. Pues retomando lo profesional en el mundo de Debbie, pues se encontró en Cantando bajo la lluvia con dos hombres, Gene Kelly y Stanley Donen tan estrictos y profesionales y perfectos que exigían más allá de lo posible a la pobre Debbie. Y aquí está ella en su numerito, cantando, actuando y coreografiada y cada vez que la vuelvo a ver veo cuánta alegría, y qué pizpireta parece Debbie pero cuanta repetición, tiritas y frustración aparecería en el backstage.  Y por otro lado una letra tan sencilla y tan rápida te confortaba poder intentar cantarla, así que colaboró en reforzar mi simple inglés.  De todas formas es un momento musical divertido, colorido, naif, coqueto…. Para disfrutar. ¿Por qué no?


miércoles, 1 de febrero de 2012

Put on your Sunday clothes









Estamos a mitad de semana  y siempre lo estaremos cada semana  como la depresión de un terreno, como el peso en una cuerda de tender la ropa, como el bajón a mitad de carrera. Por eso hay que hacer un esfuerzo extra, hay que contrarrestar, hacer un esfuerzo e invertir los términos. Por eso os propongo escuchar Put on your Sunday clothes; para iniciar el ascenso. Poneros lo más colorido, lo más nuevo, lo más arriesgado encima de vuestro cuerpo y a lucir palmito. Lo de repetir la coreografía de Michael Kidd es opcional.



«Put on your Sunday clothes when
You feel down and out
Strut down the street and
Have your picture took».



Barbra Streisand no es una voz que me guste escuchar hablando en términos de empatía (si se puede usar  tan sinestésicamente la cosa). Lo contrario de lo que me pasa con Doris Day. Aclarar que estoy hablando solamente de voz «musical». Es la canción que más me cuadra en la Streisand su voz y su presencia. Pero sobre todo es que es un crescendo de autoconfianza infalible. La música y también el momento musical. De la casa a la calle, a la estación, a la ciudad y de la soledad a la compañía total.




La Hello Dolly cinematográfica.




Con este corte empezamos una nueva sección que está en relación con el objetivo y razón de ser de esta canción: levantar el ánimo, ser ingenuos, quitarnos ridiculeces de encima y por momentos actuar como si estuviéramos en un musical y todo fuera posible. Bastantes «no puedo» nos ponemos encima diariamente. Por eso el rincón de musicales será siempre bienvenido. Para que unos recuerden, para que otros descubran…




Carol Channing fue la primera.



Put on your Sunday clothes forma parte del musical Hello Dolly! Tras obras teatrales adaptadas apareció como musical en Broadway en 1964 y cinco años después en Hollywood de la mano de Gene Kelly. Escrita para Ethel Merman aunque se negó y lo lamentó, en Broadway abrió el camino a otras Carol Channing. Evidentemente estas y otras representaban la edad de una celestina, que tal era el personaje pero sorprendentemente Barbra Streisand lo interpretó en cine con tan solo 27 años. Tal vez esos rasgos tan definidos colaboraban para evitar la suavidad e indefinición de la juventud.



Parece ser que es una canción importante en Wall-e (Andrew Stanton, 2008), película que no he visto ya que tengo cierta «distancia» hacia el cine de animación. Será un esfuerzo pero tal vez caiga un día de éstos. En todo caso, espero que disfrutéis de la salida hacia Nueva York desde Yonkers y hagáis lo propio en vuestros lares, metafóricamente hablando.


NO MONDAY IN YOUR SUNDAY CLOTHES!!