sábado, 28 de julio de 2012

¿El tiempo importa?



Albert Serra apunta largo.




Leyendo Caimán Cuadernos de cine en su número veraniego me encuentro con que Albert Serra está rodando en Kassel para la 13ª edición de dOCUMENTA una curiosidad en la que aparecen Hitler, Goethe y Fassbinder titulada Los tres cerditos. Inicialmente el proyecto es una película de 200 horas que se proyectará allí durante diez días ininterrumpidamente (incluyendo las noches).





Más de cinco horas con John Giorno.





Ocho horas para el Empire.






Si el arte está para curiosear, no solo se curiosea en los límites de un lienzo, hay que jugar con las normas, desaprender lo que nos han enseñado. Y eso se hace interrogándose y poniéndolo en práctica aunque resulte ridículo. La osadía y la curiosidad implican valentía. Habla Serra de lo importante de la idea más que de la ejecución y nos lleva al Andy Warhol de Sleep (1963) y sobre todo al de Empire (1964), ocho horas de un mismo plano del Empire State Building. Evidentemente el pasado mes de junio ambas películas no se proyectaron en la programación que hizo la filmoteca a raíz de un Photoespaña 2012 casi fantasma.






Lo que se dice un tocho.
Si te dicen de ver una película de tres horas te lo piensas, te quejas,  pero si te dicen doscientas, ya no están hablando en serio, ya no dudas, ya hablamos de otra cosa. Hablamos de una idea más que de una ejecución como decíamos antes. En todo caso lo que no sea satisfacción inmediata, tener paciencia, no llega al común de los mortales. Eso bien lo sabían los censores en España.  Antes de la censura total de Franco, con el general Primo de Rivera a principio de siglo estaban excluidas de censura todas las publicaciones que sobrepasaran las doscientas páginas. ¿Por qué? ¿Porque esas obras el público no las iba a leer y quien tuviera el ánimo ya estaba de por sí bastante intoxicado? ¿O es que pensaban en los censores, en que podrían caer en el letargo más amargo?  ¿Quién sabe? Pero así fue.






Ingrid Bergman repasa los tiempos del beso con Alfred Hitchcock.





¡Ay la duración! Muy importante en verdad. En el caso contrario, ahí tenemos los besos del macarthismo de los años 50 en Hollywood. Estos censores no guardaban celosos el precepto de Shakespeare «La brevedad es el alma del ingenio» sino que estaban más interesados en que las almas no se pervirtieran. Encadenados (1946) es el caso más famoso de violentar la norma. Ya que no podían durar los besos más de tres segundos va Hitchcock y lo hace más sensual todavía. En un primerísimo primer plano, Cary Grant e Ingrid Bergman en el balcón se dan un gran beso o muchos besos como se quiera ver, entre miradas y palabras. La promesa de un beso, el periodo de tonteo, de espera, el deseo más que su realización nos genera más alteraciones neuronales y más satisfacción y es muy erótico.










De todas formas, todo el mundo sabe que el tiempo es relativo, no abusoluto, de ahí lo de más largo que un día sin pan. El día que pasas sin pan no es más largo que cuando lo tienes dentro pero parece que sí, sientes cómo se estira y lo que percibimos, sentimos es lo importante porque la realidad ¿qué es? La realidad está para manipularla y jugar con ella. Hagamos como lady Astor que tan jugosas citas, ciertas o no nos suministró, quien declaró: «En adelante no pienso confesar más de 52 años aún a riesgo de convertir a mis hijos en ilegítimos».

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