Viajo con Jacques Tati. |
Esta mañana amanecí recordando este texto que escribí hace años llamado Deseos en 35 mm. La idea de escribirlo no partió por pura iniciativa sino por algún tipo de concurso mini-literario no recuerdo con qué intención que evidentemente no gané. Me ha costado encontrarlo entre las carpetas del ordenador a pesar de mi rígida organización pero aquí está. Y más allá de la escritura lo que prima aquí es el juego metacinematográfico. Leyéndolo descubro muchas referencias de las que algunas me han costado reubicarlas porque me empapaba entonces de películas que tal vez ahora están menos visibles. He descubierto veintiuna películas que van desde el más estricto detalle hasta una generalidad más que evidente. Una de ellas aparece en tres ocasiones. Así que os invito a participar en esta especie de autodefinido y me vais contando qué tal os ha ido.
DESEOS EN 35 MM
«Siempre deseé en mi infancia que un hombre maduro me pintara las uñas con delicadeza. Mis muñecas arrinconadas me daban un miedo que reconocí y creció al ver a la muñeca Bette Davis en su decrepitud infantil. Mis juegos eran de mayores; no paraba de hacer puzzles gigantes junto a la chimenea del gran salón de una tía lejana cuyo marido era mi Jacques Tati particular. Más tarde jugué al billar, buscando siempre un rival poderoso con el que perder. Estuve a punto de encaminar mis pasos por el funambulismo simplemente por aquel anuncio de champú que proponía una tal Elvira y que me obligó a moldear unas piernas que no serían las mismas si no hubiera visto las de aquella mujer de aquel país escondido tras la bruma. Sentía tanta soledad que lo único que me aliviaba era escuchar música para saxofón y desear estar rodeada de animales como esa mini-arca de Noé de Pepa. Al final sólo tuve un vulgar gato sin nombre. Visitaba a menudo los museos antropológicos por si allí me cantaba alguna Ann Miller reservada para mí o en su defecto una joven cantante española. Más tarde me hubiera gustado terminar mi matrimonio con una carta que él leyera sentado en la hierba junto a mí pero lo más que hice fue dormirle con un gazpacho convenientemente dopado. Mis baños eran largos porque me ponía a escribir dentro mi diario soñando una juventud francesa con bañador amarillo canario. Lo primero que quise tener en mi propia casa fue un teléfono rojo para evitar la oscura blancura de los que siempre esperan desesperados al amante y tener la solución al menos de lanzarlo contra la cristalera. Como organizadora de cenas más bien parecía un ángel exterminador que un príncipe siciliano. Cualquier mujer que se me acercaba en el metro la imaginaba sacándome la cartera para a continuación venderme una corbata cuando lo que más quería era un estúpido sombrero parisino deseado por alguna camarada del pasado. En el metro es difícil encontrar una mano amiga por eso hasta se llora de alegría cuando nos defiende alguien de un maldito escupitajo en la cara. Aunque tuviera muchos sueños y deseos en mi cabeza, mi verdadera vida la vi y la viví al ver a Jeanne Dielman en su monótona vida de burguesa prostituida».
"Mi pura realidad" |
1 comentario:
Un gato sin nombre... Desayuno con diamantes
Lo
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