viernes, 14 de septiembre de 2012

Sally Mann. Fijando el tránsito.






Sally Mann comenzando en familia.





Es un esfuerzo el que hago poniendo solo dos fotografías de las que aparecen en la exposición en este mundo errático porque es de esas cosas que quieres contar y propagar, que se  contagie el entusiasmo. Pero hay que descubrirla puesto que toda la serie titulada At twelve de Sally Mann se encuentra en la galería La Fábrica de Madrid. Y estará hasta el 17 de noviembre. Treinta y cinco fotografías, casi en exclusiva retratos, que realizó entre los años 1983 y 1985.



Toda la serie hace referencia al trámite, a ese impasse donde sobre todos las niñas se están convirtiendo en mujeres. Hay fotografías más diáfanas y otras más recargadas metafóricamente  pero todas montadas, medidas, creadas; unas más inocentes y otras más fuertes, donde  en ningún caso el espectador  se siente como un tonto. Lo dulce y lo escabroso aparece sin que podamos definir las fotografías de esa manera. En su casa, parece ser que junto con su obra, las fotografías que cuelgan de sus paredes son las de Diane Arbus y las de William Christenberry. De la primera, el tema de esa dualidad aunque no simultánea y del segundo el paso del tiempo. Alguien ha llamado a Sally Mann por esto último, «la Faulkner de las lentes».


En Sally Mann, todo esto surge tras detenernos en las fotografías, tras darles la mirada, tras interpretarlas. Como por ejemplo la composición donde la niña está encuadrada entre una pareja y un gato. Son fotografías que puedes disfrutar rápidamente pero si te detienes un momento le sacas mucho más partido.




La cuna y el dedo pero todo lo demás.




Crecer o no crecer. No hay elección.





En Baby Doll (Elia Kazan, 1956), la otra Lolita del cine, la protagonista aparecía tumbada sobre una cuna donde hace tiempo ya que no cabía. Crecer es inevitable. Sally Mann nos propone una especie de fotograma de Baby Doll. Aquí no hay cuna de por medio pero todo lo el ajuar es del mismo tamaño. Tenemos una rubia y un adulto que la va a arrancar por mucho que se agarre, de esa infancia. El tránsito del que hablábamos que al fin y al cabo es una violencia completa en el cuerpo y en la mente de toda persona.


Hay una fotografía que relata bastante de ese cambio. Una niña extiende hasta el tope unas medias para explicitar que ahora eso le toca a ella. Colgadas en un rincón tras ella están los leotardos de algodón, totalmente opacos y en la colcha y sábanas tendidas detrás un par de manchas. La niña se ha hecho mujer. Y nos mira desafiante cosa que casi todas hacen porque una apabullante mayoría de las fotografías presentan a las chicas mirando a cámara y si no es así, es una mirada desviada si cabe más desafiante aún.





Doblemente dejado atrás.




El tránsito es palpable en ellas y algunos objetos que aparecen junto a ellos, sobre todo juegos de la infancia denotan el paso del tiempo, el contraste, pero en dos de ellas aparecen junto a su reflejo mucho tiempo atrás, fotografías antiguas de niñas. El tiempo doblemente enfrentado. Hablando de objetos significativos, son curiosos los zapatos o zapatillas que aparecen sueltos en el suelo, con dueño cercano o sin él. Calzarse para andar seguro, para pisar firme pero también para constreñir la propia libertad del pie. La contradicción de hacerse mayor. Aún no han dado ese paso real. O quizá sea un detalle a reincorporar: que pisemos la hierba, que de verdad sin miedo alguno, que es lo que conseguimos al crecer, andemos.





El final del camino.




El contexto es también mayoritariamente el exterior, la naturaleza. En sus fotografías donde hay pocos interiores, no hay flores sino árboles, hojas, césped rodeando a la persona. Casi salvaje. Es inevitable la hierba, es inevitable que las niñas se hagan mujeres. Esta misma naturaleza  más tarde la acogerá en su serie Body Farm de otra manera, aunque en la serie de fotografías que podemos ver en La Fábrica, una mano en una esquina parece atisbar esta serie que realizó en los años 2000 y 2001. Porque todo crecimiento termina en muerte; todo cuerpo en descomposición.





Partiendo de aquí.







Light Iris. Georgia O'Keeffe.  De las llamadas yónicas.




La acusación que recibió en su país por parte de grupos conservadores de que su fotografía era pornográfica queda fuera de toda opción. El sexo aparece, pero lo hace despreocupadamente, a la manera de como debemos mirar y ser mirados, sin cargas. Aparece sobre todo sin focalizarlo porque la mayoría son de cuerpo entero, donde todo tiene interés, donde si no fuera así,  la mirada, el tema, el tratamiento del tema perdería naturalidad, cosa que formalmente no busca.



Y  para terminar vayan y escuchen la Sally Ann de Rufus de su primer álbum Rufus Wainwright. Una bonita canción como colofón y como homenaje a la artista, por mi parte no por la de Rufus. Es que como la influencia de Rufus es tan grande mientras escribía el texto no me daba cuenta pero escribía en vez de Sally Mann, Sally Ann. Bienvenidas las equivocaciones porque de lo que aquí se trata es de errar.


[At Twelve. Sally Mann. 13/09/12-17/11/12. La Fábrica. Calle Alameda, 9. Madrid.]

No hay comentarios: