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Georges Bernanos no puede escribir sin mirar y escuchar. |
Los
imbéciles me rodean. Más bien quienes señalan a los imbéciles y nadie puede
librarse de ser señalado. En solo un par de días leo que Umberto Eco y Javier
Marías al hablar de Internet declaran la invasión y organización de los
imbéciles. Uno dice que dañan a la colectividad y el otro, que tienen una gran
capacidad de contagio. Al mismo tiempo, leo Los
grandes cementerios bajo la luna de Georges Bernanos, quien no vivió esto
de la red pero sabía de su expansión; la de los imbéciles: «La ira de los
imbéciles llena el mundo. Es fácil de entender que la Providencia, que los hizo
sedentarios, tenía buenas razones para ello. Ahora vuestros trenes rápidos,
vuestros automóviles y vuestros aviones los transportan con la rapidez del rayo».
Imbécil es una palabra vertebral junto con la de Terror en esta obra de
Bernanos. Imbécil fue también el insulto rápido que me llevé durante unas
vacaciones por parte de una amiga que también recogí por escrito en mi diario
de viaje.
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Imbécil de mi puño y letra. |
De
estas cuatro declaraciones nos quedamos con la de Bernanos por su propio peso.
Imbécil se escribe exactamente igual en francés que en castellano así que no
hay posible error de traducción en la obra del escritor francés. Bernanos
quería escribir «imbécil» y quería dirigirse a los imbéciles. El interlocutor
de Georges Bernanos son los franceses. El tema, la guerra civil española que
vivió durante sus primeros meses en Porto Pi, un pueblecito a orillas del mar a
cinco kilómetros de Palma. Allí vivía. Allí había escrito en 1934 Diario de un cura rural. Allí apoyaba en
cierta manera a la Falange Española. ¿Pero qué pasó a partir del día del
alzamiento?
No
estamos acostumbrados a reflexiones profundas que puedan variar las propias
costumbres ni a instantes de lucidez que nos obligan a romper con antiguas
ideas o que impliquen un esfuerzo moral. Incluso con desastres evidentes,
nuestra conmoción no llega ni a arañar la inmovilidad de ciertos usos. Los grandes cementerios bajo la luna es
una metralleta de inteligencia contra el fascismo. La injusticia que allí vio,
la sangre derramada, la crueldad y la impunidad de los delitos que vio, le hizo
cuestionarse muchas cosas. Bernanos destaca por eso, por su rabiosa sinceridad en
esa su nueva toma de postura. No se vende como un nuevo abanderado de la
libertad y sabe que lo llamarán anarquista por lo que defiende, pero ante todo,
necesita llamar imbéciles a todos los bien pensantes, a ese estado social que
hace dóciles a los ciudadanos; cosa que para él es un crimen. Él, monárquico y
católico, no gustará a todos pero desarma y consigue que le escuches porque
quien habla sin venderse al mejor postor tiene nuestra emoción y percepción
activadas. Simone Weil, desengañada de
la Guerra Civil en la que participó uniéndose a la columna Durruti, le escribió
una carta a Bernanos tras leer Los
grandes cementerios bajo la luna: «Usted es monárquico, discípulo de
Drumont: ¿qué me importa? Usted me es más cercano, sin comparación, que mis camaradas de las milicias de Aragón,
esos camaradas a los que, sin embargo, yo amaba».
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Simone Weil miliciana. |
Bernanos
en sí mismo era y es una de las voces más lúcidas y desinteresadas. No se
entiende que no esté en boca de todos: «Ni soy, ni he sido, ni seré nacional,
aunque el gobierno de la República me dispense un día funerales con ese nombre.
No soy nacional porque me gusta saber exactamente lo que soy y la palabra
nacional, por sí sola, es absolutamente incapaz de enseñármelo». La lucidez es
un esfuerzo que quiere mantener cueste lo que cueste incluso con la angustia y
repulsión que siente. Tampoco quiere que le etiqueten de irreprochable ni que
figure como un emblema para nadie, llegando a rechazar en tres ocasiones la
Legión de Honor y el Ministerio de Cultura. Incluso rechaza ser escritor, cosa
que no podemos tomarnos como una boutade
ni como falsa modestia: «No soy un escritor. Me angustio al ver una hoja de
papel en blanco. El recogimiento físico que requiere este trabajo me resulta
tan odioso que hago lo posible por evitarlo. Escribo en los cafés, a riesgo de
que me confundan con un borracho, y acaso lo sería si las poderosas repúblicas
no gravaran con impuestos, implacablemente, los alcoholes consoladores».
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Antonin Artaud, hermano lúcido de Bernanos. |
La
prosa de Bernanos es hiriente pero no por insultar banalmente. Sí encontramos
casos como « ¿Sois idiotas u os lo hacéis?» pero en realidad, es violenta
verbalmente porque está llena de razones. Es una violencia sincera tal cual él
se muestra a su vez, sincero con lo que es, lo que vio y lo que piensa. Artaud,
en 1927 le llamó su «hermano desoladoramente lúcido». Bernanos apoya el abucheo,
a los vocingleros y a la revuelta de la gente denunciando al tiempo el doble
rasero con que se miden las reacciones. En varias ocasiones denuncia esa
desigualdad. La última queda clara: «Es así cómo esas ventosas repugnantes
chupan la sangre a nuestro pueblo, pero la prensa de derechas se confabula para
callar un hecho de todos conocido. Esta reserva puede tener varios motivos.
Solo mencionaré el principal: las ventosas obran en silencio. Basta con eso
para las personas de orden. En cambio, piden que se reprima a los vocingleros.
El que grita mientras le desangran es un anarquista que no merece el perdón». Desenmascarar
ciertas dualidades es casi una constante que aparece desparramada por el libro:
patriota/nacional, analfabeto/ignorante, justicia para el amo/justicia para el
esclavo, sociedad/estado de cosas, usos/costumbres, ira/miedo, fácil/sencillo,
opinión/argumentos, etc.
El
libro es una reacción ante lo que vio en Mallorca cuando empezó la guerra civil
pero es mucho más que eso si es que no fuera suficiente. Es una denuncia de ese
presente, de la asquerosa connivencia de la Iglesia con los crímenes de los
sublevados y un aviso de lo que vendrá a sus contemporáneos franceses y al
mundo en general. El libro lo escribe durante su estancia en Mallorca y tras
abandonar la isla, y lo publica en 1938 cuando aún no había acabado la Guerra Civil
y todavía no había dado comienzo la II Guerra Mundial. La reflexión está llena
de comparaciones y referencias a la política francesa y a su historia. Esa
concreción, a un lector español no le distancia sino que forma parte de una
enseñanza, porque esos nombres propios representan unas ideas y unas consecuencias
que podemos ver muy bien. Se trata de la conciencia y el contexto de un francés
puestos sobre la realidad de nuestro país. Esa mezcla es un punto de vista
posible y muy necesario. Sobre todo porque Bernanos alerta de un par de cosas a
su país: que lo que está sucediendo en España se expandirá más allá de sus
fronteras y que Europa tiene mucho de culpa en este tema: «Detrás del general
Franco encontramos a las mismas personas que fueron tan incapaces de servir a
la monarquía, para acabar traicionándola, como de organizar una república,
después de contribuir durante mucho tiempo a su llegada; los mismos, es decir,
los mismos intereses enemigos, agrupados momentáneamente por el oro y las
bayonetas del extranjero ¿y llamáis a eso revolución nacional?».
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Dos libros hermanados. |
Esta
mezcla franco-española en realidad la descubrí gracias a una novela de Lydie
Salvayre, Pas pleurer que se llevó el
premio Goncourt en el 2014 y está traducido en Anagrama. La autora, hija de
exiliados españoles que se instalaron en Francia, recoge el testimonio y
reflexión de Georges Bernanos y lo entrelaza con el testimonio de su propia
madre que le cuenta sus vivencias desde el estallido de la guerra hasta su
exilio. Emocionante novela que se disfruta enormemente leyéndola en su idioma
original, el francés, no por pose mía sino porque la obra se sustenta por la
mezcla de los dos idiomas. El francés estructura y narra, y el castellano surge
para dotar de intensidad a ciertas consignas, palabras de rabia, retazos de
poemas o canciones: «patada en el culo», «joder», «fachas», «coño», «paseos», «novio»,
«pesetas», «A mis soledades voy, / De mis soledades vengo», etc. También está su madre con ese particular
francés que la autora llama fragnol.
La autora confesaba en una charla que de niña tenía vergüenza de esa manera de
expresarse de su madre y que hasta la adolescencia no empezó a apreciar el español.
Agradece, a día de hoy, esa mezcla de las lenguas, esa libertad de acoger a la
lengua migratoria (en realidad más a pie de calle que a nivel académico), que
hace que las lenguas a día de hoy sean más generosas que los hombres. Incluso
equipara el lenguaje de su madre con el de Bernanos por ser un lenguaje vivo,
agresivo y a veces vulgar, cada uno con sus respectivos referentes culturales:
las pinturas negras de Goya y Rabelais.
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Giacometti esculpe el "tirar hacia adelante". |
El
título de la novela de Lydie Salvayre, ni aparece ni se explica en su interior
pero hace referencia a esa resistencia y fuerza, a esa queja oculta por el
simple hecho de tirar hacia adelante. La autora afirma que el título lo cogió
de un poema de Marina Tsvietáieva de 1926 escrito en su exilio en Francia.
No, eso no.
Llorar, eso no. No
Llorar.
Nosotros, hermanos,
pescadores errantes
bailamos –no lloramos.
Bebemos, no lloramos.
Con sangre ardorosa pagamos
-no lloramos.
Hundimos en el vino
las perlas –somos reyes
del mundo –no lloramos.
Llorar, eso no. No
Llorar.
Nosotros, hermanos,
pescadores errantes
bailamos –no lloramos.
Bebemos, no lloramos.
Con sangre ardorosa pagamos
-no lloramos.
Hundimos en el vino
las perlas –somos reyes
del mundo –no lloramos.
A
su vez, el título le lleva directamente a una escultura que representa ese
tirar hacia adelante. La escultura de Alberto Giacometti, El hombre que camina, captura el instante constante del movimiento,
del andar hacia adelante con decisión, como una inercia de las piernas aunque
los brazos cuelguen y no ayuden en el avance. Ese avance es el que realizó
Montse, la madre de Lydie, el 20 de enero de 1939 cuando salió de su pueblo catalán
y cruzó la frontera con Francia. Dejó atrás su gran momento de felicidad al
descubrir la libertad en Barcelona, felicidad que se truncó al volver al pueblo
y sus costumbres y verse sorprendida por la guerra, tras lo que emprendió un
camino hacia adelante. Solo un par de meses después de que emprendiera el
camino Montse, la poeta rusa, Tsvietáieva, escribía otros versos muy vinculados
a nuestra historia y, ahora sí, con lágrimas en los ojos. Los acontecimientos
habían ido cada vez a peor y solo dos años después terminaría suicidándose.
Lágrimas en los ojos:
¡de cólera y amor!
Está Chequia llorando
y España ensangrentada.
¡de cólera y amor!
Está Chequia llorando
y España ensangrentada.
Los grandes cementerios bajo la luna debería
formar parte de nuestra educación junto con la carta que le dirigió Simone Weil
a Georges Bernanos en 1938. Dos figuras cada una de un bando que desenmascaran
los motivos y crueldades de la Guerra Civil. Sin excluir a otras muchas, la lectura de
ambas nos explica social y políticamente cuál era el gran caldo de cultivo de
la Guerra Civil, te hace ser consciente del mal en el ser humano, que las
guerras son al fin y al cabo guerras de mercenarios, que el miedo es el
verdadero enemigo: «Solo se mata por miedo, el odio no es más que una coartada»…
Que tal vez, estas lecturas nos hagan conscientes del esfuerzo continuo que
debemos poner en experimentar la convivencia: «Escribo en las mesas de los cafés
porque no podría pasar mucho tiempo alejado de la cara y la voz humana de las
que creo haber intentado hablar noblemente». Mirarnos y escucharnos en
definitiva.
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