lunes, 14 de enero de 2013

Amour: un Haneke en positivo.




[Advierto a la mayoría que se reflejan cosas o como ustedes pueden decir «se espoilean»]




Ella se va.





Conexión de imágenes. El cine y el sueño. Antes o después. Uno y otro. Primero soñé con una paloma, que venía hacia mí y se empotraba en mi cuerpo. A los pocos días veo una paloma en Amour (Michael Haneke, 2012) que el protagonista atrapa con una pequeña manta. Durante la misma noche del visionado de la película veo una avispa en mi pared a la que atrapo con un pañuelo grande. Ambos, Trintignant y yo las soltamos por la ventana. Después de hacerlo  me doy cuenta de la conexión.  No me voy a poner aquí a exponer, mejor dicho, a elucubrar sobre el simbolismo de las palomas y las avispas que por otra parte es curioso, pero esas coincidencias, esas «tonterías» me gustan en la vida. Así que en esas estamos, soltando seres con alas, dejándoles ir, para ver si una también se está soltando y se deja ir.






La angustia se presenta.






En la película de Haneke también hay un sueño, una pesadilla en realidad. En mi sueño aparecía una paloma y en Amour aparecen dos palomas. Cada una para cada uno de los protagonistas. Ambas cosas, la pesadilla y las palomas son lo único metafórico, de doble lectura que aparece en la película (salvo los planos detalle de las pinturas de la casa). Pues la historia se presenta con  naturalidad. Es la historia de la decadencia humana en su más estricto sentido. Una película sobria, sincera, con una visión. Agradecida estoy con la no manipulación sensiblera, con las no excesivas carantoñas para empatizar más con los personajes, con las no miradas simbólicas. No; el amor está presente y se llora dentro de la película y se puede llorar fuera de ella pero está expuesta lo más honestamente que se puede y eso no excluye ¡ojo! la subjetividad.






El hogar de los dos si se invade no es hogar.






El sueño, la paloma y la anciana. Mis tres coincidencias. A finales de año,  el presidente francés François Hollande anunció que para junio habrá un proyecto de ley para que si una persona que siempre ha «decidido» sobre  su vida, también pueda decidir cuándo acabarla, cuando eso que aparece ante ella ya no es vida. Se tendrá en cuenta  la dignidad de los últimos momentos. Esos últimos momentos son los de la historia de Amour. Empezamos en el exterior y de ahí a la casa para no salir más. El espacio fílmico es el primero que nos avisa del ocaso (hablando de la historia lineal obviando evidentemente el principio de la película, que es definitivo).






Georges piensa en Anne.







Anne pensada por Georges.






El protagonista proyecta  la imagen de su mujer tocando  el piano cuando ella aún está presente y eso es una pista de que ya no está presente. Al final, cuando ya no está presente, él igual que antes proyecta su imagen. Es lo mismo porque esa es su mujer. Es lo que le queda, el recuerdo  y lo más honesto es aceptarlo. Él lo acepta porque respeta la palabra de su mujer y porque la pura realidad se le impone. Ahora es la sociedad la que tiene que dar el paso de la aceptación. Aceptación hacia una realidad que exige mucha dignidad, cosa que se pierde. El reflejo es el que es: las conversaciones con la hija, el deterioro sobre todo de la comunicación con esa repetición constante de alguna palabra, el trato de la gente externa como la segunda enfermera, etc. La pura realidad. Y eso que estamos en el contexto de una clase social acomodada y que en otros niveles la dignidad es más difícil de sobrellevar.






Binoche y su momento escupitajo-metro de Code inconnu.





Haneke  es esa presencia cinematográfica indispensable hoy en día que te habla crudamente de muchas cosas que salen del interior de uno mismo y del roce con los otros. A mí me ganó definitivamente y personalmente con Código desconocido (Code inconnu, 2000). Uno de los momentos cinematográficos más incómodos que he vivido, sobre todo porque es muy real, muy a pie de calle fue con el escupitajo en la cara a Juliette Binoche en esta película que he citado. Tal vez la incomodidad, la no complacencia tan bien elaborada y no maniquea es lo que identifica al director austríaco. Amour es la más positiva de todas sus películas, puesto que de aquí nace amor, respeto y solidaridad. Las circunstancias son adversas pero la crítica del director, está más allá de la historia, en su reflexión posterior porque la película en sí, a pesar de la decadencia vivida es el ejemplo de un hombre sensible, honesto y respetuoso más allá de él mismo. La película no podía titularse de otra manera.





Haneke y sus dos actores.






Al recordar el escupitajo en el rostro de la Binoche, me doy cuenta que mi pretendida lectura de la película ha descubierto otra idea, otra imagen, otra metáfora. El agua. Tal vez sea culpa mía, pero el arte es lo que tiene, que te dice una cosa y por debajo hay un mundo que se expande para atrás y para adelante; hacia nuestros recuerdos y hacia nuestros deseos. Perdonen  por lo obvio de la cita pero viene que ni pintada: «Nuestras vidas son los ríos/ que van a dar en el mar/ que es el morir» una de las grandes citas del idioma castellano. Del grifo abierto del principio a la negativa de la mujer a beber agua, todo son pistas para hacernos ver que la vida se acaba. La pesadilla de Trintignant tiene agua estancada y con agua intenta hacer reaccionar a su mujer al principio.





Trintignant y Jacob escuchan a Kieslowski. 






Emmanuele Riva es Ella en Hiroshima mon amour.





El actor Jean-Louis Trintignant ya se ha instalado a gusto en mi consciencia. Su recorrido es inmenso y entre ese recorrido recuerdo Las ciervas (Les biches, Claude Chabrol, 1968) donde, creo que era él el que fumaba un cigarro desde la oscuridad cuyo punto de luz se iba acercando cada vez más a cámara. Pero le coloqué una aureola en Tres colores: Rojo (Trois couleurs: Rouge, Krzysztof Kieslowski, 1994). Allí, haciendo de juez encarnaba la fraternidad donde aparentemente no se iba a encontrar. Rojo está llena de casualidades, al igual que curiosamente empezó todo este comentario de Amour; con la casualidad de las palomas, sueños y avispas.  Ambos, tanto Trintignant como Emmanuele Riva (de la mítica Hiroshima mon amour (Alain Resnais, 1959) a  la familiar Le skylab, Julie Delpy, 2011) están soberbios aunque sea ella por eso de ser el peso tullido de la historia la que esté recibiendo más consideraciones.


4 comentarios:

Humberto dijo...

Hola, en realidad no he leido nada aun de tu blog, pero el solo hecho de ver que realmente escribes con dedicación me dice que tienes pasiones y gustos muy fuertes, eso me gustó mucho, espero poder leer algo de ti pronto, pero por lo pronto quedé encantado con la estética de tu blog, saludo desde México!

Errática Ana (Ana Calpena Santana) dijo...

¡Hola Humberto! Gracias por tus sinceras palabras. A veces, aunque se escriba porque una tiene ese deseo, viene muy bien que alguien te anime. Espero no perder la pasión y escribir con continuidad. ¡Saludos españoles!

manipulador de alimentos dijo...

Haneke vuelve a cambiar de registro. Con 'Amour' vuelca su mirada a la vejez y el derecho de morir en paz. Los actores, fantásticos. Un saludo!

Unknown dijo...

Jolin Ana!!me pesan los párpados pero no puedo dejar de leer... Leerte!!! Lo mejor es que es como ir al cine sin ir al cine quedando pendiente ir al cine!!! Me gusta, tus formas son simples concretas, interesantes y aptas a todo tipo de público!! ;-)