En España, Así habla el amor. |
Congraciarte con la vida sin que te cuenten una historieta
de hadas. Eso es lo que pasa al ver una película de John Cassavetes, hoy concretamente
Minnie & Moskowitz (1971). Es la
mezcla del latido de la vida y el riego de la razón. Tal cual el espectador se
siente. Por un lado estás imbuido, anonadado, inmerso y al mismo tiempo estás
razonando lo que ves, siendo consciente del privilegio de ver de dónde sale lo
que estás viendo. Y encuentras la esencia y lo lógico de que los planos no sean
limpios como el momento del baile con la puerta abierta de la furgoneta o la
conversación de Minnie con su compañera de trabajo. Es la vida en su conjunto,
y si he utilizado el corazón y el cerebro aceptando esa tópica división es
porque en esta película uno llora a la vez por la tristeza de la soledad y por
la alegría de la compañía.
Los planos sucios, evidentemente. |
Cassavetes ensayando el plano anterior. |
Lo del cuento de hadas no viene a cuento, valga la
redundancia. A ver si me explico. Las películas muchas veces, nos cuentan
historias idílicas. Minnie al principio se queja de ello: «Jamás
conocí a Clark Gable y no encontré a Humphrey Bogart. Jamás me los encontré
¿Sabes de lo que hablo? Pienso que no existen. Esa es la verdad, pero las
películas te predisponen ¿no crees? Te predisponen. Y por muy perspicaz que
seas, te lo crees». Es la frustración que te crea el contraste entre tu realidad,
tus relaciones y las que se establecen en las películas. Es una crítica pero en
el fondo es el cine el que reúne a los dos protagonistas, es su único punto de
conexión que fluye en el fondo como una pequeña esperanza que ellos no ven.
Moskowitz es devoto de Humphrey Bogart y ella anda buscando uno así. Él le dice
que tiene perfil de Lauren Bacall en la oscuridad de un cine. Y era Lauren
Bacall la pareja en la vida real de Humphrey Bogart. En ese momento ella
sospecha que puede ser. Y justo por un detalle que viene de una irrealidad de
la que era consciente que la predisponía el cine. La ficción cinematográfica y la realidad pueden
fundirse y puede servirnos, puede enseñarnos.
Desubicados con un perrito caliente. |
La
película es la historia de un encuentro aparentemente imposible de dos seres
distintos que andan a bandazos. Se encuentran ya andada la película una vez nos
han sido presentados y hemos visto su situación y recorrido. Viven en ciudades
distintas y eso es lo primero que se soluciona, es sencillo. Pero su ambiente
es diferente. Ya su diferencia venía marcada por su ascendencia. La madre de él
se llama Sheba (sociedad matriarcal en toda regla) y está interpretada por la
madre del mismo John Cassavetes. La madre de ella, en la ficción Georgia Moore
es en la realidad Lady Rowlands (madre de Gena Rowlands). Lady y Sheba: puro
contraste en la mesa en esa excelente escena donde se mezclan Cassavetes, Woody
Allen y Pedro Almodóvar. Partiendo de ellas todo les separa a esta pareja.
El malvado John. |
Ya
conocemos el ambiente familiar en todos los sentidos de las películas de John
Cassavetes. Su madre, suegra, hijos y esposa. A él mismo aquí también nos lo
encontramos. Y de nuevo con su usual papel maligno casi tanto como el de La semilla del diablo (Rosemary’s Baby, Roman Polanski ,1968). Parece
como si utilizara el cine para examinar el lado oscuro de la pareja, de su
pareja, ya que en sus películas se guarda el papel del opositor a la
protagonista (recordando estoy Opening
Night).
La firma de los responsables. |
Y
el personaje de Moskovitz y el actor que lo encarna, Seymour Cassel. Durante
toda la «proyección» de la película era consciente de que yo había conocido a
un Moskovitz y te atrae esa libertad, esa exageración, esa practicidad. Y le
recordé a través de las palabras que le dice a ella: «Yo
velaré tu sueño. Yo te velaré, ¡Qué bien dormirás! Qué dormilona más bonita.
¡Qué gran dormilona eres!».
El baile. |
Que
alguien te diga que hay que correr, bailar y andar con las manos y te lo
demuestre, es algo que todos deberíamos afrontar si no sale de nosotros mismos.
«Soy
muy mayor para ti. No acierto a verme aquí» le dice Minnie. «¿Qué
necesidad tienes de pensar? Minnie, tienes que correr»
es la respuesta de él. A Seymour Cassel como nombre le conocía pero no lo había visto y
fue la primera vez que lo vi cuando se estrenó Cosas que nunca te dije (Isabel Coixet, 1995). A partir de entonces
le dejé entrar.
Estoy tras mis gafas. |
Son
los detalles de dirección, de los actores, de unos diálogos maravillosos los
que hacen única la película. Él y sus coches y ella y sus gafas. Es muy
definitorio cuándo se pone las gafas y cuando se las quita. Mi momento
preferido es aquel en que ella se las va a poner y él le dice: «No hagas eso».
Las canciones son otro detalle. Hay dos que encuadran la acción. Ella al
principio tararea When I fall in love en
relación a su amante y llegará a cantarle a Moskovitz a la cara I love you truly. Ese paso de una canción
a otra es un detalle pero llena inmensamente la película. De nuevo la mezcla de
ficción y realidad. La madre de Minnie cuenta que su hija de pequeña se parecía
a Shirley Temple y esta actriz utilizó para su boda la segunda canción y vean, vean la película
para que todo se entremezcle en esa canción.
Cassavetes es un director recomendado por su médico. O así
debería de ser. Desde 1959 en que realizó Shadows
hasta 1997 en que su hijo rodó uno de sus guiones Atrapada entre dos hombres (She’s
so lovely) su trabajo nos protege y nos desnuda a la vez. Han pasado quince
años y no he vuelto a ver esa película dirigida por Nick Cassavetes pero
recuerdo el poso que me dejó y me maravilló. Puede ser el momento de volverse a
meter en el fango.
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