Sally Mann comenzando en familia. |
Es un esfuerzo el que hago poniendo solo dos
fotografías de las que aparecen en la exposición en este mundo errático porque
es de esas cosas que quieres contar y propagar, que se contagie el entusiasmo. Pero hay que
descubrirla puesto que toda la serie titulada At twelve de Sally Mann se encuentra en la galería La Fábrica de
Madrid. Y estará hasta el 17 de noviembre. Treinta y cinco fotografías, casi en
exclusiva retratos, que realizó entre los años 1983 y 1985.
Toda la serie hace referencia al trámite, a ese impasse donde sobre todos las niñas se
están convirtiendo en mujeres. Hay fotografías más diáfanas y otras más
recargadas metafóricamente pero todas
montadas, medidas, creadas; unas más inocentes y otras más fuertes, donde en ningún caso el espectador se siente como un tonto. Lo dulce y lo escabroso
aparece sin que podamos definir las fotografías de esa manera. En su casa,
parece ser que junto con su obra, las fotografías que cuelgan de sus paredes
son las de Diane Arbus y las de William Christenberry. De la primera, el tema
de esa dualidad aunque no simultánea y del segundo el paso del tiempo. Alguien
ha llamado a Sally Mann por esto último, «la Faulkner de las lentes».
En Sally Mann, todo esto surge tras detenernos en las
fotografías, tras darles la mirada, tras interpretarlas. Como por ejemplo la
composición donde la niña está encuadrada entre una pareja y un gato. Son fotografías
que puedes disfrutar rápidamente pero si te detienes un momento le sacas mucho
más partido.
La cuna y el dedo pero todo lo demás. |
Crecer o no crecer. No hay elección. |
En Baby Doll (Elia
Kazan, 1956), la otra Lolita del cine, la protagonista aparecía tumbada sobre
una cuna donde hace tiempo ya que no cabía. Crecer es inevitable. Sally Mann
nos propone una especie de fotograma de Baby
Doll. Aquí no hay cuna de por medio pero todo lo el ajuar es del mismo
tamaño. Tenemos una rubia y un adulto que la va a arrancar por mucho que se
agarre, de esa infancia. El tránsito del que hablábamos que al fin y al cabo es
una violencia completa en el cuerpo y en la mente de toda persona.
Hay una fotografía que relata bastante de ese cambio. Una
niña extiende hasta el tope unas medias para explicitar que ahora eso le toca a
ella. Colgadas en un rincón tras ella están los leotardos de algodón,
totalmente opacos y en la colcha y sábanas tendidas detrás un par de manchas.
La niña se ha hecho mujer. Y nos mira desafiante cosa que casi todas hacen
porque una apabullante mayoría de las fotografías presentan a las chicas
mirando a cámara y si no es así, es una mirada desviada si cabe más desafiante
aún.
Doblemente dejado atrás. |
El tránsito es palpable en ellas y algunos objetos que
aparecen junto a ellos, sobre todo juegos de la infancia denotan el paso del
tiempo, el contraste, pero en dos de ellas aparecen junto a su reflejo mucho
tiempo atrás, fotografías antiguas de niñas. El tiempo doblemente enfrentado. Hablando
de objetos significativos, son curiosos los zapatos o zapatillas que aparecen
sueltos en el suelo, con dueño cercano o sin él. Calzarse para andar seguro,
para pisar firme pero también para constreñir la propia libertad del pie. La contradicción
de hacerse mayor. Aún no han dado ese paso real. O quizá sea un detalle a
reincorporar: que pisemos la hierba, que de verdad sin miedo alguno, que es lo
que conseguimos al crecer, andemos.
El final del camino. |
El contexto es también mayoritariamente el exterior, la
naturaleza. En sus fotografías donde hay pocos interiores, no hay flores sino árboles,
hojas, césped rodeando a la persona. Casi salvaje. Es inevitable la hierba, es
inevitable que las niñas se hagan mujeres. Esta misma naturaleza más tarde la acogerá en su serie Body Farm de otra manera, aunque en la
serie de fotografías que podemos ver en La Fábrica, una mano en una esquina
parece atisbar esta serie que realizó en los años 2000 y 2001. Porque todo
crecimiento termina en muerte; todo cuerpo en descomposición.
Partiendo de aquí. |
Light Iris. Georgia O'Keeffe. De las llamadas yónicas. |
La acusación que recibió en su país por parte de grupos
conservadores de que su fotografía era pornográfica queda fuera de toda opción.
El sexo aparece, pero lo hace despreocupadamente, a la manera de como
debemos mirar y ser mirados, sin cargas. Aparece sobre todo sin focalizarlo
porque la mayoría son de cuerpo entero, donde todo tiene interés, donde si no
fuera así, la mirada, el tema, el
tratamiento del tema perdería naturalidad, cosa que formalmente no busca.
Y para terminar
vayan y escuchen la Sally Ann de
Rufus de su primer álbum Rufus Wainwright.
Una bonita canción como colofón y como homenaje a la artista, por mi parte no
por la de Rufus. Es que como la influencia de Rufus es tan grande mientras
escribía el texto no me daba cuenta pero escribía en vez de Sally Mann, Sally
Ann. Bienvenidas las equivocaciones porque de lo que aquí se trata es de errar.
[At Twelve. Sally Mann. 13/09/12-17/11/12. La Fábrica.
Calle Alameda, 9. Madrid.]
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