miércoles, 19 de septiembre de 2012

El bazar de las sorpresas.



Chico conoce a chica.




Hubo un tiempo de comedias reconfortantes, inteligentes, entretenidas, ingenuas obligatoriamente, mordaces veladamente y sobre todo llena de diálogos certeros, simplemente muy buenos. Ese tiempo era y es el de Enst Lubitsch. Cuando fui descubriendo una  película tras otra me di cuenta de que allí había oro y no podía parar. El bazar de las sorpresas la descubrí, creo recordar, casi al mismo tiempo que su película anterior y posterior. Lubitsch acababa de terminar Ninotchka (1939) con Greta Garbo (el guiño a Ana Karenina es un guiño a Greta Garbo) y la posterior sería Lo que piensan las mujeres (That uncertain feeling, 1941) ambas imperdibles.





Lubitsch al cuadrado y su puro.

The shop around the corner tiene un remake de la era Meg Ryan que dirigió la recientemente fallecida Nora Ephron con el nombre de Tienes un e-mail (You’ve got mail, 1998). Más allá de eso la concisión y claridad de la película de Lubitsch aquí desaparecieron. Entre otras cosas. La película de Lubitsch es imposiblemente aburrida y es incansable de ver una y otra vez.








Felix Bressart y James Stewart.
Desarrollada casi en su totalidad en un único escenario, la película se enmarca en Budapest, Hungría y se terminó en solo veintisiete días. Presenta un pequeño microcosmos en el que cada personaje tiene su historia atrás que conocemos pero que no vemos. Es una historia muy compacta, con mucha cohesión y concisión. Tanto el guionista Samsom Raphaelson como el mismo Lubitsch que realizaron juntos nueve películas trabajaron en una tienda. El mundo ante el mostrador y detrás de él, las relaciones entre los trabajadores, los cotilleos, los murmullos, las confianzas, el miedo a perder el trabajo, los enfados del jefe; todo eso y más. Ese perfil humano es destacable en su cine sobre todo los de la última década. En un libro estupendo, Ernst Lubitsch. Risas en el paraíso, el autor Scott Eyman comenta  a raíz de esta película: «A partir de ahora haría películas sobre la gente que conocía y el hombre que era. La misteriosa química de la edad le fue haciendo menos alemán y más judío; buscaría más allá de la historia, la trascendería, y con ello empezaría a captar el suave pero perceptible aletazo de la vida misma».





El sombrero de Ninotchka.






El retrato de Lo que piensan las mujeres.




Una cajita de música aquí, un sombrero en Ninotchka, un retrato en Lo que piensan las mujeres: siempre algún objeto en juego y una situación repetida tres veces no más como la huída de Pirovitch ante las preguntas de su jefe o la escena de Hamlet en Ninotchka. Son numerosas la cantidad de ideas visuales y de diálogos ingeniosos que nos podemos encontrar en toda la filmografía de Ernst Lubitsch.










Aquí un curioso tráiler de los de antes. De  esos en los que se dirigían al espectador. Frank Morgan, que hace del jefe Hugo Matuschek, inevitablemente unido en mi memoria a El mago de Oz, presenta a los actores y aparece por allí con su puro el mismo Erns Lubitsch.




Momento del rodaje.





Buenas intenciones, reconocimientos y castigos adecuados al talante de cada uno y finales felices. Época navideña e historia de amor. Conociendo de antemano que es ese tipo de películas y sobrepasándolo, lo interesante está en las relaciones, en la estructura, en los diálogos. Y de nuevo las famosas puertas de Lubitsch tras las que hay tanto contenido sin ser visibles, sin ser evidentes. Así lo veía Billy Wilder con el que aprendió tanto y que hizo con él el guión de Ninotchka: «Lubitsch podía conseguir más con una puerta cerrada que la mayoría de los directores con una bragueta abierta».

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