miércoles, 18 de enero de 2012

El largo y cálido verano. Un pueblo, una familia, un forastero.



Una película a todo color y calor.



La otra noche, no sé porqué o siendo sinceros no es lugar para revelarlo, me vino a la cabeza una película de esas de color Antena tres, cosa cierta pues esta película solo la he visto a través de ese canal y coincide con esa gama de la película de colores fuertes como sus títulos de crédito amarillos, que más bien parece anunciar una película infantil. Pero claro, aclarar que es de las de Antena tres cuando tenía el icono de los tres quesitos o incluso antes cuando era a3 en redondito. Ahora el canal no hace esas cosas. Pues la encontré en la biblioteca y la saqué con ganas de revisar una de esas películas que has visto con ojos de jovencita con doble riesgo: el  de descubrir qué cosas ya no sientes o no te hace sentir la película y lo de la versión original.  Esto último tiene su peligro también. Un peligro que ya había sentido en mis propias carnes hace unos meses. Por el cierre de un videoclub compré barata entre otras Cuando Harry encontró a Sally (When Harry met Sally, 1989) una película a la que tenía mucho apego y todavía lo tengo. Como la tenía en VHS, pues solo la conocía doblada, ya que eso de los adelantos de lo original hace poco que lo disfrutamos. Allí me enfrenté a una película distinta. Billy Cristal tenía la voz muy nasal, muy ligera, poco consistente, le quitaba gracia al asunto y Meg, Meg no tenía voz graciosa. Ninguno era gracioso. Se habían alejado de mí. Esa no era mi película. Ahora lo intento con El largo y cálido verano y por suerte no ha pasado lo mismo.




La decepción de Meg y Billy.




En El largo y cálido verano (The long, hot summer, Martin Ritt, 1958) coinciden por primera vez la pareja Paul Newman y Joanne Woodward, recién casados. Después llegarían a hacer una película imperfecta por lo riesgoso pero maravillosa que era Rachel, Rachel (1968) dirigida por Paul Newman donde Joanne Woodward hace de una mujer madura con todas las presiones familiares y pueblerinas encima. Una joyita.




Paul Newman y Joanne Woodward en el rodaje de Rachel, Rachel.




Dos orgullos enfrentados.




Volviendo a la película de Martin Ritt, mi fijación primera con la película era con ella, no con él. Una rubia tan intensa que devenía en morena. Las películas, en aquel entonces me interesaban más si aparecía una mujer, así que miraba el periódico o el Tele-indiscreta en aquellos momentos para confiar en la elección. Si era morena sabía que había lío y diálogos mordaces; si era rubia encontraría algo más de ligereza o comportamiento no humano. Sé que eso no es así en muchas ocasiones, no hay más que ver a Lana Turner pero así de partidistas son los archivos adolescentes si no infantiles. Para mí los rubios tenían un problema, como el que siempre me ha pasado con los ojos azules. La gente que los lleva (no les queda otra) me mantenían a distancia, eran como una especie de ladrones de cuerpos; no tenían fondo, no sentían, maniobraban tácticas malignas mientras hablaban contigo. Esa era una de las manías que tenía yo.




Clara/Joanne una rubia en moreno.




Algo parecido pero menos intenso pasaba con los rubios. Me parecían menos carnales, menos sentidos, menos auténticos. Y así una crecía. Todo esto para llegar a intentar explicar el choque al encontrarme con Joanne aquí. Aquí era una rubia, tan rubia que llegaba a ser morena como eso de que el hielo te puede quemar. Esos sentidos extremos que se intercambian. Supongo que también colaboraba el tener el pelo tan estirado en pequeños moños. Lo que no era; una rubia esponjosa. Y como morena encubierta la recordaba orgullosa, independiente, irónica, capaz de enfrentarse al padre y sortear los convencionalismos (lo que se podía). Y recordaba también los momentos finales con Paul Newman cuando se han desarmado los dos y le planta el índice delante de sus ojos.




Ambiente sureño.




La película cogía una novela y dos relatos de William Faulkner y mostraba evidentemente una historia sureña, en el mismo Mississippi. Al año siguiente Joanne Woodward repetiría con director y guionistas que adaptaban de nuevo a Faulkner en El ruido y la furia (The sound and the fury, 1959) con Yul Brynner, un actor que más quisiera yo verle más y solo se me aparece en épocas navideñas haciendo de Ramsés (mea culpa). Historia circular iconográficamente hablando por lo de los incendios pero lineal y concentrada en un mes muy caluroso, por lo que el título miente un poco. No hay sensación de tiempo eternizado: Hollywood cogía ambientes, personajes y situaciones pero nada de la técnica faulkneriana.








Ben Quick tiene que salir obligado de un pueblo acusado de incendiario y llega a parar a un pueblo del profundo sur, Frenchman’s bend que es «como un corsé que no te deja respirar». El camino ha sido por mar; ¿el mar habrá templado algo los fuegos internos de Quick? Es el forastero en el lugar, pero su leyenda le precede y va introduciéndose en la vida de los Varner, los dueños del pueblo, con algún que otro recelo de por medio. Allí está la hija, Clara (Joanne Woodward) apremiada por el padre a tener descendencia por lo que debe casarse, un pretendiente pretendido pero no pretencioso, un hermano débil (Anthony Franciosa) sobre todo ante tremendo padre, adjetivo nada metafórico pues lo interpreta el mismo Orson Welles. Ese Orson Welles enorme que todos conocemos que mientras rodaba esta colorida película sureña también interpretaba y dirigía un poco más al sur otra más sórdida en blanco y negro Sed de mal (Touch of evil). El excesivo maquillaje y tono como una prolongación de su Otelo no es el que desentona en El largo y cálido verano sino la chocante dicción de Richard Anderson que interpreta a Alan el «pretendiente». Algo así como el Fernando Fernán Gómez de El viaje a ninguna parte (Fernando Fernán Gómez, 1986).




Arrogancia a dúo.




La película habla de una familia sureña y sus maneras caciquiles, de la presión que ejerce en el pueblo y sobre la propia familia. Y de eso tan típico de que el padre solo te respeta si le levantas cara. Matar al padre. Eso hizo Quick, enfrentarse al padre, y eso lo acerca al gran Varner. «Usted es un joven peligroso. Yo soy uno viejo» le dice este último. La prepotencia es algo de lo que huye Clara, quiere un perfil distinto al padre pero ya sabemos cómo son las querencias. Y sobre todo no olvidemos que esto es Hollywood y tenemos a Paul Newman entre las manos.




Ben Quick, otro personaje de Paul Newman.



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