Julien observa su pasado. |
Jean-Pierre
Léaud, el cinco veces Antoine Doinel, orgulloso de su padre cinematográfico
confesaba que nos parecemos a quien amamos. Toda una declaración de amor y
sinceridad para con Truffaut. Quien ama a Truffaut se parece a Truffaut. Y Truffaut más que ningún otro es todo su
cine. La conexión personal entre su obra y su persona es uno de sus rasgos
reconocibles. En su obra, la ficción pura es solo una pequeña parte.
Truffaut
ejercitaba lo mismo que nosotros aquí: la memoria. ¿Veis cómo nos parecemos? Les quatre cents coups (Los 400 golpes, 1959) partió de un
trabajo de memoria; de búsqueda por entre su memoria. Al mirar su foto escolar
durante horas recordó nombres, lugares, profesiones de padres, situaciones,
etc. que construyeron su ópera prima. Y a partir de ahí toda su obra es una
reivindicación del derecho a no olvidar.
Recuerdos en azul. |
Diecinueve
años y diecinueve películas más tarde en La
chambre verte (La habitación verde,
1978) ese derecho se encarnaba y
verbalizaba en su misma persona. La
chambre verte empezaba y empieza con imágenes en azul de la Primera Guerra
Mundial; imágenes al aire libre con derrotados, heridos y muertos a los que al
final el protagonista, nuestro Truffaut, superviviente sufriente, daba cobijo y
protección. Protección contra el olvido. Pues a luchar contra el olvido se dedica
su personaje Julien afanosamente: siendo un virtuoso escribiendo necrológicas
en un periódico local, enseñándole a su hijo fotografías de los muertos de la
guerra, y finalmente dedicándole a estos y principalmente a su mujer fallecida
diez años atrás una capilla; un bosque de llamas.
Sí,
Truffaut rendía pleitesía al pasado pero era un hombre lanzado al futuro con
intensidad. La urgencia por hacer le quemaba la cabeza y las manos. Era tiempo lo
que le faltaba para realizar todas las ideas que circulaban por su cabeza. Ideas
que eran vivencias sufridas, disfrutadas; vividas y nunca postergadas.
El bosque de llamas. |
Entre
su vuelta al pasado y su urgencia del futuro estamos nosotros perpetuando en el
presente un asiduo y constante tributo. Porque Truffaut es el ciclo vital. Al
final de Le chambre verte, el
personaje de Nathalie Baye colabora en ese bosque de llamas que el personaje de
Truffaut creó, encendiendo una vela por él. Tributo último a esa su última
fisicidad en pantalla. Y ahí está; entre los muros transparentes de nuestra
imaginación. La imaginación vital que él nos provocó.
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