La plebe se divierte en el teatro |
ENCADENADO Nº 1. Sin premeditación alguna me veo encadenando. Y si
tiras del hilo esto es un sin parar. El parón obligado es el tiempo de lo
cotidiano porque es imposible cubrir todo lo que surge y te interesa. Al ver Birdman (Alejandro González Iñárritu,
2014) en el cine me entraron ganas de otra película teatral tal vez para
compensar lo poco que me interesó la película de Iñárritu. Podían haber venido
a mi mente otras películas pero la que lo hizo sin llamarla fue Les enfants du paradis (Marcel Carné,
1945). No tengo la película de Marcel Carné en casa así que lo más fácil era la
biblioteca. Allí me encontré con María Casares pero sobre todo con su voz. Si
hay algo que me atrae bastante de las personas es su voz característica, una
voz particular que tiene que ser más
bien grave, que venga de abajo, de dentro, del fondo de uno. El poder escuchar
esa voz hace que me quede más tiempo con esas personas e incluso que les perdone más cosas. En el terreno de
los actores que es una parte muy importante de su seducción de cara al
espectador, María Casares me tiene ganada. En Les enfants du paradis había dos actrices, la protagonista, Arletty
que de repente al sonreír me pareció una Julie Delpy en blanco y negro y la
española María Casares. María Casares hacía de joven sufridora por amor y
Arletty de las que hacen sufrir.
Sonrisas francesas idénticas |
ENCADENADO Nº 2. Al cabo de unas semanas me veo delante de El testamento de Orfeo (Le testament d’Orphée, 1959) que me
había regalado una amiga y ya estaba tardando en ver. Y ahí está María Casares
tomando la voz cantante en su escena. Hace de juez y es ella por tanto quien
pregunta. Es el tono de voz de un actor
que sabe que el texto que dice es importante, que no tiene prisa para llegar a
nosotros. Esa cadencia de las palabras se echa de menos hoy. Claro que también
depende de lo tratado en la película. Aquí por lo poético de Cocteau se podría justificar.
También podría justificarse con otra actriz pero esta del momento actual cuya
voz me fascina que es Bárbara Lennie. Se entiende que por su personaje en Magical Girl (Carlos Vermut, 2014),
dopado y/o tocado, sus palabras tarden en hacer el recorrido y sea un camino
por el que nosotros podemos andar, entender y disfrutar. Mérito de ellas y
mérito de quien las dirige.
Algo
habrá dentro de mí con eso de la voz. Ya de pequeña recuerdo que pasé un tiempo
no pudiendo escuchar la voz de alguien muy cercano. Era algo superior a mí; me
crespaba escucharla. Era como una especie de alergia. Era la voz, el tono, el
timbre: todas esas cosas. No había razón evidente como pudiera sucederle a Pepa
con Iván en Mujeres al borde de un ataque
de nervios (Pedro Almodóvar, 1988).
ENCADENADO Nº 3. La voz de Iván me llevaba como un bucle a Cocteau de
nuevo, puesto que el momento de desesperación de Pepa esperando ansiosa la
llamada del hombre y toda ella, está basado en La voix humaine (1930) obra de un solo acto que escribió Cocteau en
1930. Y Rossellini se encargó de inmortalizar el texto en pantalla con la
Magnani. Pareciera todo una preparación para la actriz con la que tenía un
romance y que justo el año que rodaron tal desesperación, empezó la historia
Rossellini-Bergman cuando esta última le envió la famosa carta pidiéndole un
papelito. Era el año 1948.
Anna Magnani y Jean Cocteau |
ENCADENADO Nº 4. El testamento de
Orfeo era la despedida de Jean Cocteau, interrogándose, mostrando sus
inquietudes artísticas y humanas y encontrándose con sus amigos (por allí
pululan Picasso, Lucía Bosé, Dominguín, Françoise Sagan, Jean Marais…). Todo un
ejercicio metacinematógráfico rico en muchos sentidos. La capacidad técnica
unida a la capacidad poética colocan a la película más allá del hoy sea cual
sea ese hoy. En la película de Cocteau estaba y está María Casares y con quien
también me he encontrado ha sido con Yul Brynner. Con él es con quien encadeno.
Estos dos actores se cruzan a destiempo. En mi infancia nunca escuché el nombre de
María Casares y después apareció a borbotones (Les dames du bois de Boulogne fue la primera ocasión) y sin embargo
quien sí estaba presente cuando era pequeña era Yul Brynner y desde entonces no le
había vuelto a ver un pelo ni en la tele.
Maria Casares interroga a Cocteau |
ENCADENADO Nº 5. Ya que hace doblete María, hace doblete Yul. Sin
intención consciente resulta que yo me estaba leyendo Los hermanos Karamazov y al tiempo intentaba ver paralelamente la
adaptación cinematográfica que hizo Richard Brooks con Yul Brynner al frente.
Así que Yul que hacía años que no se me aparecía, se me apareció por partida
doble. Ha sido el regreso de Yul.
Otra María cerca de Yul: Maria Schell |
ENCADENADO Nº 6. Cocteau era la conexión entre María y Yul pero su
presencia ha ido a más. Por carambolas me enteré que Robert Lepage iba a
presentar la obra Needles and Opium (Agujas y opio) en los Teatros del Canal.
Me decepcionó lo que vi de él hace tres años en el Price, Playing cards 1: Spades. Fue un magnífico ejercicio de los actores
y la tramoya y escenografía era juguetona y trabajosa pero el texto y la historia
en conexión eran débiles. Ahora sin embargo, aparte de que siempre el nombre
del artista canadiense tira mucho, aparece Cocteau por en medio. Cocteau, Miles
Davis y un ciudadano quebequense forman la historia de Needles and Opium. Cocteau asoma todavía más cuando leo que este
hombre solitario, el tercer vértice por así decirlo de la obra o el que
personifica las otras dos figuras, “trata en vano de olvidar a su antigua
amante”. Parece como una versión en femenino de La voz humana. Los tiempos parece que van cambiando cuando es el
hombre el que es representado mientras desespera y lidia con la distancia y la
pérdida de una mujer. Cocteau sostendrá mi interés y tal vez me lance a nuevos
encadenados.
Robert Lepage servidor encadenado |
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