Luna bañada. |
El otro día mis lágrimas dibujaron en la luna un galardón. Sarcasmo entonces,
ahora no quiero interpretarlo. El otro día las suelas despegadas de mis
zapatillas crearon una música maravillosa e inesperada al bajar las escaleras. Alegría
entonces, ahora no sé de qué me sirve.
Que
lo desesperante y lo perdido sea al mismo tiempo catarsis y luz. Reciclaje si
no es posible adquirir lo nuevo. Y me viene el recuerdo de una escena. De No amarás (Krótki film o milosci, Krzysztof Kieslowski, 1988) pude haber olvidado
trama, colores, ciertos momentos y personajes pero lo que no olvidé fue la
escena del hielo en la azotea.
Frustración
que necesita catarsis. Harper Lee frustrada echa el manuscrito de Matar a un ruiseñor por la ventana y cae en la nieve. Tu mente y tu cuerpo, tu
trabajo y tu persona tienen que contactar con el fulgor de lo extremo, con la
reacción del frío, con la nada del blanco. Aunque sea para volver a caer luego.
Y
sin darme cuenta, ahora mismo, en el mismo momento en que escribo esto, me doy
cuenta de que lo blanco se presentó y ahora duermo con él. Todo muy bonito, muy
curioso, muy simbólico. Ahora a esperar que el símbolo se haga carne. Tal vez
mi paciencia, que tanto coloqué en el bando de los buenos sea mi mayor
obstáculo y sea el malo de la película. Tal vez no sé esperar. Tal vez se trate
de otra cosa. Tal vez ahora tengo que quemarme. Pero en el fondo el frío y el
calor extremo son como el pez que se muerde la cola. Creo que me hace falta un
rayo. Me voy a poner a ello. Voy a atrapar a un rayo.
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