No solo Audrey carga con un gato sin nombre. |
Ayer
me cayó un rayo de cierta manera en el corazón: Llewyn Davis-Oscar Isaac. De
ambos en conjunto me «enamoré». No me los separen: que he visto fotos del actor
por separado y lo que me tira es la
combinación. Es lo que crearon los Coen y el actor: es la barba, la
manera de coger un gato, lo que calla y lo que dice, cómo canta y como mira.
Y
una vez dejado claro esto me animo a comentar varias cosillas nada técnicas,
nada filosóficas, sólo cosillas a raíz de haber visto en una pantalla de cine
la última película de los hermanos Coen: A
propósito de LLewyn Davis (Inside
Llewyn Davis). Porque para eso esto es un blog personal.
El ventoso y gélido Chicago. |
Y
empiezo por lo menos intrínseco a la película. Lo que más me gustó es mi
tranquilidad a la hora de ver lo que pasaba delante de mis ojos. El logro mayor
que consiguió la película fue hacerme llegar a ese blanco, a ese color mate que
cubre la película no como algo negativo sinónimo de falto de vida sino de aceptación,
como se acepta al final de la película que Llewyn siga su música y no un barco.
No recuerdo ahora mismo otra película que me lo produjera. Debería apuntar las
películas no con nota, comentario o crítica cosa que no hago sino con la
emoción recibida. Ahora que lo pienso sería como con los sueños. En los sueños
es importante lo que sueñas pero escucho mucho últimamente que su verdadero
significado está en la sensación con la que sueñas, con la que te levantas. Ahí
está la verdadera y última lectura. Lo mismo que en el cine: claro que es
importante lo que ves pero el fin último y verdadero es la emoción y sensación
que te dejó.
El
adjetivo que más leo a la hora de definir la película en los medios es amargo.
En verdad es un personaje incómodo: no tiene una cama propia, vive con el
dinero que tiene en su bolsillo, cariño no parece coger a nadie y si lo hizo
esa persona ya no está, mete la pata y mucho y el ambiente helado del invierno
neoyorkino ayuda bastante a la desolación. Pero al fin y al cabo es un
personaje honesto consigo mismo. El mejor ejemplo está en la prueba que le hace
el personaje de F. Murray Abraham (el vídeo de aquí arriba): recibe consejos
sin enfrentarse ni explicarse y ante la propuesta musical que le haría tocar
allí en Chicago pero traicionándose, él declina. Parece que perderá lo único
que le queda, la música y él intenta dejar ese camino pues no tiene más
recursos. Pero las circunstancias, se alían con su espíritu y retoma esa vida
nómada llena de ingratitudes y frío pero con su música.
Esto es lo que hago. |
Y
esta música es el folk. Al final se asoma un joven Bob Dylan. Estos días se
está asomando simplemente. En la película aparece en un escenario actuando
después de Llewyn y desde hace un par de días aparece también de soslayo en la
radio puesto que acaba de fallecer Pete Seeger. En cierta manera, por los veinte
años que se llevan y el camino expuesto era uno de sus maestros. Yo llegué a
saber de la existencia de Pete Seeger por su hermana Peggy Seeger, cosa curiosa
por la hegemonía masculina. Pues para que haya un poco más de música y como
pequeño homenaje escuchamos algo del músico.
Los
Coen en toda su filmografía se encargan de dar protagonismo all verdadero paisaje de Norteamérica.
Me gusta que sin saña ni mentiras nos ofrezcan una serie de personajes que
conforman su realidad (la de Norteamérica). Sí, son curiosos, son casi
surrealistas y muy particulares. Pero nunca he sentido ninguna impostura ni que
llegaran a la astracanada. Tal vez en otras películas sí pero aquí todo es orgánico. Eso es lo que más
me ha gustado. Y está en la misma línea que lo que ofrece Gente en sitios de Juan Cavestany: Llegar a un punto donde una
situación, una idea y/o un personaje particular, cómico, absurdo no traspasa
esa línea que lleva a la risa fácil, lo escatológico y lo impuesto.
Un interior de Greenwich Village. |
Ahora
le toca el turno a Llewyn Davis, un verdadero norteamericano encarnado por un
guatemalteco. Los Coen se encargan de perfilar ese paisaje norteamericano
normalizándolo entre los espectadores norteamericanos que al fin y al cabo es
el público primerísimo. Es como si ayudaran a colocar otros perfiles en el
monte Rushmore para que todos asumieran como si fuera una ley que así es el
país ahora. Esculpen los perfiles para asentarlos y en la película desdibujan
fronteras y prejuicios. Tenemos un actor guatemalteco encarnando un personaje
norteamericano de origen galés e italiano. Los directores lo señalan en una escena
con John Goodman; es un detalle simple en una conversación dentro de la
película pero enorme porque crean un nuevo enfoque sin imposiciones,
inculcándolo en el imaginario colectivo y por tanto en la realidad colectiva.
El Gaslight cafe. |
El
armazón de la película está ahí, hay algo que lo sustenta aunque no lo parezca
y eso no la hace desfallecer: los gatos que se prestan a momentos cómicos, a
detallar la personalidad del protagonista, a volver a donde comenzamos; los
desplazamientos (entre barrios, entre apartamentos, y entre Chicago y Nueva
York); los espacios repetidos (Gaslight Cafe, el apartamento de Jim & Jean,
el apartamento de los Gorfein); los personajes que los habitan y esos otros personajes
que sin explicar de dónde vienen y a dónde van son todo un mundo completo y
complejo.
El
motivo, el camino, las personas, la inconsciencia o la claridad que me hizo
acudir al cine ya no me importan. Estuve ahí, y estoy aquí recordándola. Me dio
tranquilidad y eso es algo que no me lo esperaba y es mucho. Eternamente
agradecida.
1 comentario:
Siempre me gusta y me intereso por la cultura y por eso trato de saber mucho sobre las novedades culturales en mi ciudad. Por eso cuando logro conseguir con Avantrip viajes a otro lugar, siempre disfruto de sus atracciones culturales
Publicar un comentario