[Este es un extracto de un texto publicado en Transit: cine y otros desvíos hace un par de años donde hablaba de
Chantal Akerman y Simone de Beauvoir que derivó más tarde en un ensayo guardado
en un cajón. Abajo está el enlace para quien quiera leerlo en su contexto y
visitar esa estupenda mirada cinematográfica que es Transit].
Shanghai desde un bar. |
Simone en sus obras describe los espacios, pero como simples contextos de
sus protagonistas. En cambio en Chantal Akerman son muy reveladores. Chantal
siempre establece una relación entre el interior y el exterior. Incluso en su
fragmento en O estado do mundo (2007) vemos Shanghái mientras
escuchamos el hilo musical y las conversaciones de un bar desde el que filma.
Siempre alguien observa desde un interior: las observadoras suelen ser las
mismas Chantal y Simone o, en su caso, su representación (Anna).
Tel Aviv desde un apartamento. |
En Là-bas (2006), ejemplo extremo de la distancia impuesta entre la
ventana y el mundo, se ve a sí misma de pequeña cuando miraba por la ventana
cómo jugaban otros niños en la calle porque su madre no la dejaba salir. Ahora
lo recuerda estando encerrada en un apartamento extraño en Tel Aviv. De nuevo
Chantal se descubre. Mira el mundo pero siempre encuadrado, tomando cierta
distancia. Tal como quiere que lo veamos nosotros. Enseña el mundo al
espectador pero dándole opción, para que no sea una imposición. Lo mismo
sentimos con Jeanne (Jenne Dielman, 23 quai du Commerce, 1080 Bruxelles, 1976), que aunque estemos con ella hora tras hora, la cámara no
la sigue, la respeta dándole tiempo para que entre y salga del plano,
observándola muchas veces en la distancia con la presencia de marcos que crea
el pasillo, las molduras de las puertas… Siempre el espectador es consciente de
la construcción tanto por la duración como por esos planos tan frontales y en
ocasiones tan simétricos.
Anna siempre de paso. |
Los espacios interiores, siempre tan presentes bien porque se filma desde
ellos o porque es lo que se filma, son espacios codificados. Cuando son propios
del personaje, le asfixian y si no, son lugares de paso. A veces la misma casa
se convierte en un lugar de paso, como ocurre en Les rendez-vous d’Anna (1978).
Asistimos a un recorrido con ella por parte de Europa, de hotel en hotel.
Cuando finalmente llegamos a su casa, esta parece ser otro hotel, otro lugar de
paso, igual de frío, con la misma cama, con la nevera vacía, con la misma
incomunicación que cuando está afuera (uno tras otro, mecánicamente escucha los
mensajes del contestador y antes habíamos asistido a intentos frustrados de
llamadas de teléfono). Incluso el encuentro con Daniel, con quien tiene una
relación, sucede en un hotel durante unas pocas horas libres. Los personajes de
Chantal, que han dejado atrás algo y están en plena búsqueda, no tienen espacio
o lo terminan alterando para que ningún recuerdo, ninguna idea le distraiga.
Por eso, la protagonista de Je, tu, il, elle (1974) que es la misma
Chantal Akerman, termina vaciando su habitación y dejando solo un colchón.
Un travelling sobre una historia nacional. |
Bien sea en su ficción o en sus documentales, los apartamentos, cocinas,
hoteles son la base para sus personajes. Los espacios permanecen para la cámara
antes y después de la intrusión de los seres humanos. Más bien es como si
estuvieran incómodos en ellos. Están en un proceso de búsqueda, por lo que no
se sienten ubicados. En D’est (1993), por ejemplo, los planos exteriores
en un constante travelling contrastan con esos interiores en
plano fijo (muchas cocinas), pero guardan en su interior lo mismo: una
constante espera. La inmanencia, siempre la inmanencia. Las figuras de esta
instalación/documental están siempre esperando en consonancia con la situación
social y política de esos países del este y la idiosincrasia de los personajes
de la directora. En La-bàs permanece encerrada en un
apartamento prestado desamparada y su propio apartamento es invadido en L’homme
a la valisse (1983), lo que le sirve para experimentar la sorpresa, la
hostilidad, la evasión…
Chantal destruye la cocina. |
Su primer corto Saute ma ville (1968) constituye un
proceso de aniquilación de la asociación “mujer/cocina” a través de una pequeña
locura que terminará con ella literalmente al ver que no consigue nada. Todas
las acciones típicas de la mujer como cocinar o limpiar conducen, tarde o
temprano, a la locura (también Jeanne Dielman nos lo demuestra). Chantal se va
encerrando en la cocina tal cual lo está en su espacio Jeanne. Las dos darán
por terminado su espacio bruscamente. Es la vía de escape. El título en ambas
habla del espacio reducido de la mujer, de la opresión que representa y de la
necesidad de superarlo.
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