Nos hemos ido de viaje. |
Aunque lo que pretendo es hacer un viaje personal a
través de canciones de ciudades donde haya estado alguna vez, no lo voy a hacer
completo ni ordenado porque no abarco tanta historia musical y porque no
entonaría con el resto empezar con el himno del Hércules que era lo único que
se me ocurría para partir desde mi tierra. Se trata de un viaje ligero como son
las visitas a las ciudades donde una no vive. En estas visitas os ofrezco a una
alemana que canta a su capital en inglés, una Nueva York mirada por dos
granaínos, la ciudad eterna en catalán, un francés por un barrio lisboeta, etc.
Un vistazo a Hispanoamérica. |
Al mismo tiempo que pensaba en despedir de esta manera
el año, me encontré leyendo Como viajar
sin ver de Andrés Neuman. Me reconcilié con mis visitas asumiendo que ese
era mi tipo de viaje. El de Neuman se justifica más pues se trata del recorrido
que hace de promoción de su libro por Hispanoamérica. Mis visitas no han sido
de negocios sino de puro placer con «todo su tiempo» disponible. Volviendo al
libro empecé creyendo que era una simple excusa para sacar otro libro más pero
se volvió contra mí y se vuelve contra vosotros como una recomendación
efervescente. Hasta el punto, y me voy a permitir esta ñoñería, que me he
enamorado de este escritor, platónicamente afirmo. Te encuentras con un
observador detallista pero ligero, con mucho humor, lleno de citas muy bien
trabadas que entretienen y te llevan a tantos flecos importantes de nuestra
lengua que como él mismo dice «es un planeta dentro de la boca». Además, al que
le guste la cerveza, sigue un recorrido paralelo país-cerveza característica
del lugar que podríais seguir algún día.
Andrés Neuman asume lo peculiar de ese tipo de turismo.
También Blasco Ibáñez en La vuelta al mundo de un novelista
hablaba con su otro yo, su yo crítico y este le hacía ver ante el proyecto de
viajar por el mundo en seis meses esto: «¿Qué
vas a ver? ¿Qué podrás contar? […] Verás
personas y cosas como en una representación cinematográfica. Sólo podrás
apreciar el aspecto exterior de los pueblos; no alcanzarás a poseer el más leve
destello de su alma». Es verdad que el turismo de Blasco Ibáñez es de otro tipo
y tiene otra mirada menos ligera por así decirlo. Todo esto para justificar que
soy como todos, una turista accidental.
Pues sí, he visto pocas ciudades, las he visto, pero no
las conozco ni las he llegado a comprender. Y aquí de nuevo aparece, y es la
última vez por ahora, Andrés Neuman pues en otro de sus libros El equilibrista, lleno de aforismos,
aparece uno que dice así: «Uno no empieza a comprender una ciudad hasta que
aprende a aburrirse en ella». Esto me sirve como excusa para volver a ellas e
incluso revolverme en ellas.
Tal vez la más breve fue Londres, en su justa medida
por ahora. Cuando pienso en esa ciudad me viene a la mente una canción que se
llama A foggy day. David Bowie hizo
una versión que a pesar de mi gusto por la lentitud me exaspera, pues el ritmo adecuado para mí es
el que le dio George Benson que pone ese punto pizpireto aquí necesario, a
Gershwin y porque aparece en un disco al que tengo en mucha estima.
Siguiendo por Europa, Roma es una ciudad donde sí he
repetido. Así que es verdad lo de la moneda en la Fontana di Trevi por lo que
voy a volver a ir. Lo más reciente sobre esta ciudad es curiosamente una
canción catalana de un grupo que me está acompañando bastante en lo bueno y en
lo malo últimamente y eso es curioso porque no toda la música sirve para un
roto y para un descosido. Manel sí.
Berlín. Parece raro pero de esta ciudad me salían
canciones en castellano, en francés, en alemán y en inglés. Pues lo que voy a
hacer es una mezcla: una alemana cantando en inglés porque más allá del idioma,
lo que me es imposible no poner aquí es
a mi alemana por excelencia Ute Lemper. Ando con ella como el gato y el ratón:
nunca he podido verla en directo. Hace poco estuvo en Madrid pero otra vez se
me escapó. Llegará el día, me digo, llegará.
Antes de cruzar el gran charco voy a bajar un poco y me
voy a acercar a Lisboa para seguir con eso de las mezclas porque aquí os dejo
una canción en francés sobre un barrio lisboeta que según me han dicho está
libremente inspirada (la canción) en El
libro del desasosiego de Pessoa. El barrio de Belém fue el único barrio que
se quedó en mi memoria, que fui consciente de estar pisando y del que recuerdo
más cosas. Además fue el primero que vi. Este fue un viaje muy bonito,
distinto, natural, veraniego de los que notas la ida y la vuelta sobre todo porque
no coges un avión.
Ahora que soy consciente de que voy a dejar para el
final a Barcelona y a Madrid que es donde yo vivo, me marcho a Nueva York y no
es la voz de Ana Torroja la que vais a escuchar sino otra completamente
distinta, de un disco imprescindible por cualquier costado desde y al que
mirar: Omega. Las palabras de Lorca
en una melodía y un tono que no podían ser otros. Lagartija Nick y Morente nos
lo regalaron. No es una idílica ciudad la que se nos muestra sino la moderna
Babilonia. A pesar de los pesares le tengo mucho aprecio a esta ciudad. Tengo
bonitos recuerdos personales que allí se quedan.
Regreso a este periplo por lógica casi exclusivamente europeo
por ahora y me voy a Brujas. Ciudad belga de encanto y cuento visitada en la
adolescencia. A Bélgica le tengo cariño yo aunque sea por ofrecernos a Chantal
Akerman, a Jacques Brel y al ciudadano que
inventó el saxofón que se apellidaba como mi pueblo. Los belgas y Brel
en realidad no se llevaban muy bien. El gobierno belga incluso llegó a prohibir
una canción de Brel por cómo los ponía a caldo allí pero la prohibición se
levantó cuando supieron de su enfermedad. A pesar de que tiene otras más
relevantes sobre ciudades belgas, a mí es que me encanta esta canción así que
aquí os la dejo.
Y ya que entramos en terreno francófono pues pisemos
París. Esta intuyo yo que pronto caerá de nuevo. Es junto con Nueva York, la
que más conozco por culpa de la
literatura y del cine. Inabarcable, snob, cultural y acuosa, podría recorrerla
sola de cabo a rabo sin pestañear porque haría lo mejor, que sería perderme.
Qué sensación más agradable. El mito de París pronto entró en mí con menos
resistencia que puso Ninotchka. Y es impensable hablar de esta ciudad, de Panam
como así se le llama, sin escuchar a la gran Edith Piaf.
Volviendo al sur de Europa paro en Gijón, ciudad donde
según Nacho Vegas se ríen mal. Agua y cine, cine y agua pero cosa curiosa, en
mojado tiene mucho encanto. Llegué a causa del festival de cine (quien no diga
que el cine, además de cultura no tiene que ver con el turismo me lo como).
Para seguir cotilleando a pesar de lo que diga Nacho.
Parada en Barcelona toca ahora. La tercera ciudad en la
que se puede decir que «he vivido». Sensaciones encontradas, extremas,
agridulces pero que tal vez a regañadientes cumpliese la función de un punto y
aparte que en el fondo se agradece. A pesar del vértigo, un trocito muy bonito
de mi vida. Estando allí entré por primera vez al Liceu para escuchar a Rufus
Wainwright en su disco más negro e interno All
days are night: Songs for Lulu. Cantó en Barcelona pero no cantó Barcelona. No cuadraba en esa tesitura
de velas, terciopelo negro y oscuridad. Pero aquí la tenéis.
Antes de centrarnos en Madrid vamos a bajar un poquito
para ir a la ciudad de mi abuelo, Málaga. En ella, la calle Mármoles siempre es
de visita obligada a pesar del cambio que ha sufrido. Siento este paréntesis,
este cambio de rumbo musical pero en realidad aquí se trata de errar y errar. La
canción Málaga la bella es del letrista
murciano Ramón Perelló, que también escribió las canciones La bien pagá o Mi jaca.
Perelló, de espíritu anarquista estuvo tras la guerra cinco años encarcelado. Y
sobre todo quién no ha cantado alguna de estas sobre todo tras el momento
almodovariano de ¿Qué he hecho yo para
merecer esto? (1984).
Al final hemos llegado a Madrid. Y aquí no voy a ser
nada original si es que alguna vez lo he sido. Toca Sabina. Es de bien nacido
ser agradecido así que por mucho que pase, por mucho que haya pasado, a mí,
Madrid me acogió muy a gusto, me dio otro ritmo cardíaco y supo darme la medida
exacta entre la compañía y el dejarte libre. Así que: «Yo
me bajo en Atocha, yo me quedo en Madrid».
Para terminar todo este recorrido, a modo de peculiar
resumen, una canción que es imprescindible para mí, Peces de ciudad, escrita por Sabina e interpretada por Ana Belén. Es
pura emoción, suena y te cambia el carácter del momento; esa es su fuerza.
Habla de todos esos seres que habitamos las ciudades y en la canción aparecen
París, una fatua Nueva York, Madrid como regreso y hasta el imaginario Macondo.
Hasta aparece Jacques Brel entonando un Si bemol, de ahí lo que dije de
peculiar resumen. Pero yo no quiero terminar como aquí se canta: «Me esperaban
dos pies en el suelo que no se acordaban de mí»
por eso alternaré allí y aquí, seguiré descubriendo ciudades a pesar de
los pesares pero quedándome un buen rato para que no me olviden. El año que
viene empezaré pidiendo deseos de esa manera: con las ciudades y sus canciones
donde me veré algún día.
In
extremis me acabo de acordar de algo que también forma un hilo
de unión con las canciones y las ciudades: mis pies. Ya sé que las fotografías
hechas a nuestros propios pies es algo ya habitual porque los pies además de lo
que puedan tener de fetichistas es símbolo de seguridad, de dejar huella allí
donde una anda. Así que propongo aquí un pequeño guiño-juego. Me faltan tres
pero de las otras ocho ciudades que arriba se han visto tengo foto con mis
pies. Yo no digo su correspondiente espacio. ¿Se intuye?
Pies número 1. |
Pies número 2. |
Pies número 3. |
Pies número 4. |
Pies número 5. |
Pies número 6. |
Pies número 7. |
Pies número 8. |
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