Alejandra herida. |
Te
leo decir: “Nadie me piensa”. Alejandra, hoy y aquí, yo te voy a pensar. Y veo
que escribes: “Escribo para que me quieran”. Hoy y aquí, yo te voy a querer. Porque
regalas reflejos y porque he atrapado entre tu diario una declaración de amor,
que egoístamente me apropio: “Odio la letra L. En verdad solo amo la A y la M”.
AM-O.
Eres
una mujer llena de aserciones para consigo misma. Te dices fea, trágica, que
eres un despojo humano, una herida. Miedo da contradecirte pero necesitas otras
voces, de otros ámbitos.
“mi rostro? Un cero disimulado”
Alejandra,
te marcaste unas obligaciones, tenías un proyecto, una vocación: morir. Y lo
lograste. Mientras tanto, trazaste otro gran plan: escribir una novela. Esto no
lo lograste.
“Doy poemas para que tengan paciencia. Para
que me esperen, para distraerlos hasta que escriba mi obra maestra en prosa”
Tenías
una hoja de ruta marcada, unos planes a seguir, tu propio listado de cosas por
hacer. Te veo marcándolos con furia y rabia una y otra vez con un color
fosforescente para que no te distraigan otras nimiedades.
“No olvidarse de suicidarse”
Cosas por hacer... |
El
ser una persona seria formaba parte del plan, te lo he escuchado muchas veces y
ante todo, la gramática: estudiar gramática. Según tú, desconocías el español y
eso te preocupaba. Era uno de tus caballos de batalla. Era necesario que lo
controlaras para construir esa novela que llenaría los días que te restaban
hasta llegar a los treinta y parar de contar. Y contaste hasta treinta y seis.
“He de
partir/ Pero arremete ¡viajera!”
Tenías
urgencia por escribir en prosa. Pero ¿por qué la profana y prosaica prosa?
¿Dónde se ha visto? Elegir la prosa es como una caída. La prosa es a la poesía,
afirmó Valéry, lo que el andar a la danza. Escúchate Alejandra.
“He aquí lo difícil:
caminar por las
calles
y señalar el cielo
y la tierra”
Es
una bajeza el bajar a la altura de la prosa. Un poeta, una poeta, si escribe
prosa, debe tratar esta de la condición de poeta o rendir homenajes a poetas.
Me lo dijo Susan Sontag mirando a los rusos, en concreto a Marina Tsvietáieva.
Estos realizaban una apología de la jerarquía. No como tú que querías una prosa
simple, buena y robusta. Querías una novela realista y tradicional. Para ti era
el verdadero acto de creación. La sacralizabas.
“contar en vez de cantar”
La condesa según Santiago Caruso. |
¿No
te consoló tu condesa ávida de sangre? ¿Y el diario con el que te persigo?
Verdaderamente veo que no lo hace. Incluso tus últimas palabras diarísticas las
dedicabas a esta reflexión. Hoy, pienso en ti y deseo que hubieras hecho como
el personaje sufriente del mal de Montano de Vila-Matas, que se daba cuenta de
que el diario que estaba escribiendo se le estaba volviendo novela. Así
descansarías. Pero entonces sería otro diario, sería un juego y tú querías ser
seria. Seriamente prosaica.
“Pero
hace tanta soledad
que las palabras se
suicidan”
Deduzco
que estás enfadada porque me contestaste y no me he dado cuenta hasta ahora. Tú
piensas que la poesía no eras tú quien la escribía. Ese maldito sufrimiento que
si no aparece no tiene valor nada. El hecho natural para ti era el verso. El
verso era una traducción de tu interior, era algo innato y fácil. Y uno no se
reconoce lo que hace bien y pone el foco en lo que no es, en lo que no tiene,
en lo que no hace, en lo que supone un esfuerzo.
“Escribiendo
he pedido, he
perdido”
Te
pido perdón por dejarme llevar y no respetar tu búsqueda. En el fondo estoy de
acuerdo contigo pero asusta, sabes. Hay que contar con la mentira del lenguaje
y con la impotencia que provoca. Valiente eras y eres porque no eras una pose
que sin pretenderlo, a veces, se hace necesaria para sobrevivir. Solo quería dialogar contigo y darte de nuevo
las gracias por el reflejo que ha provocado que yo descanse, que muchos
descansemos ya que tú no lo hiciste. Me enseñas que habrá que perder el respeto
al lenguaje para ganar una novela.
http://obituariomag.blogspot.com.es/
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