Historia de una vida, historia en una ciudad. |
Ayer me senté en una sala de cine y vi La gran belleza (La grande belleza, Paolo Sorrentino, 2013). Confieso que fui, espoleada
y guiada por el detonante del premio a la mejor película del año en los Premios
del Cine Europeo. Por otro lado, la duración de una película no es, para mí, un
factor de demasiado peso a la hora de ir a verla, el que retratara una ciudad
europea sí. Ambas cosas tiene La gran
belleza. Eso en esta ocasión. Una vez empezada la película fui consciente
de la película durante toda la proyección. Esto puede ser bueno o puede ser
malo según si se quiere atacar o defender la idea. Es malo si la idea es que la
película te lleve lejos o te sumerja en su mundo. Y bueno si te hace apreciar,
analizar y descubrir al tiempo que la ves, cosas que no solo pasan por la
emoción. Entonces, repito, fui gratamente consciente.
Fauna urbana creando arte. |
Y estando en esa consciencia estuve en muchos sitios.
Nada más empezar, la estética de la película me atrapó tanto formalmente como
de contenido. Con respecto al contenido puntualizo que uno se integra y hace
lógica la exageración, mal gusto o qué se yo qué opiniones diversas de ese
contexto italiano. El ligero travelling, la simetría del plano del monumento
fluvial con las cantantes, el plano medio de la cantante, la música, el eco, el
cálido tono del momento del día elegido, el encadenado del esperado grito en la
siguiente secuencia, etc. Todo me encandilaba reconociéndolo. Tal vez adulaba
mi ego cultural que todos necesitamos mimar. Y seguí comprometida con la
película. No voy a negar momentos de relajación, que los hubo, pero se disipan
en el recuerdo.
Léos Carax mira desde arriba. |
Fui consciente también de que me llevaba a mucho cine
europeo: Wenders donde no me apetece meterme más a fondo; Fellini y Almodóvar
por la fauna humana y retrato de una ciudad. Pero donde quiero llegar es que me
vino a la mente Holy Motors (2012) de
Léos Carax. La conexión vino tal vez por los momentos de fantasía, por la
envergadura del proyecto o por los actores fetiches de los directores como
protagonistas al que le rodea cierta fauna (Toni Servillo – Denis Lavant). Al
contexto temporal y espacial no le voy a quitar mérito, por eso tal vez la
conexión se vio favorecida por la escasa diferencia de tiempo de estreno y
porque ambas las vi en la misma sala del mismo cine sin otra película en ese
espacio que las intoxicara.
De todas formas regodeándome en ambas, Léos Carax no
necesita permiso, es un alterador del orden fílmico. En cambio Paolo Sorrentino
lo primero que hace es avisar y nos hace leer a Céline con una cita de Viaje al fin de la noche (1932):
“Viajar es muy útil, hace trabajar la
imaginación. El resto no son sino decepciones y fatigas. Nuestro viaje es
entero imaginario. A eso debe su fuerza. Va de la vida a la muerte. Hombres,
animales, ciudades y cosas, todo es imaginado. Es una novela, una simple
historia ficticia”.
Sorrentino avisa de la ficción que veremos, una ficción
a pie de tierra que tiene un par de momentos mágicos (la jirafa y la última
aparición del personaje de Ramona) que podemos no darle la entidad de fantasía.
La verdadera creación en la vida la podemos tener todos, parece decirnos
Sorrentino; solamente trayendo al presente los buenos recuerdos, los momentos
que dejamos pasar de felicidad o que no entendimos. El recorrido vital romano
del escritor Jep Gambardella comenzó con 26 años los que yo tenía al llegar a
Madrid. No solo este dato insignificante me liga a La gran belleza. ¡Pero si es que hasta Sorrentino me hace menos
difícil mi elección italiana y no francesa, no solo por la cita de Céline sino
por la presencia fugaz de Fanny Ardant!
¿Es la simetría clasicismo? |
Y por último en mi recorrido de consciencia, volviendo
a ella, fui consciente de lo que opino de mí. El objetivo de lo que escribo no
es realizar un comentario de lo visto ni en una ni en otra sino lo que provocó
en mí. Que me gustara más la película italiana que la francesa es lo
importante. ¿Por qué? El camino fácil, lógico y generacional sería que me
gustara la francesa y más con la filiación francesa que tengo últimamente. Pero
no puedo mantener la pose y creo que lo que escribo ahora me sirve para
asumirlo y por eso antes hablaba de adular mi ego cultural. Porque hasta llegar
aquí me he castigado. Y esto viene de largo.
Prefiero el encadenado al corte
brusco, un cuadro a un puzle, una reflexión a un disparo, un ensayo a un relato,
un piano a la música industrial (que no mainstream) y muchas cosas más. Y
difícil es cuando tu contexto o el foco con el que te mides es otra cosa.
Siempre me he sentido rara pero no en el sentido moderno. Mi rareza era de la
de mirar atrás, no adelante. Mi rareza se ancla en un pasado no vivido aunque
conocido, mientras que la rareza moderna se basa en lo nuevo novísimo y lo que
queda por vivir. Prefería no participar en cuestionarios no por timidez sino
para que la gente no perdiera el tiempo y yo tampoco me pusiera en plan
masoquista y lo digo tan segura porque lo viví. Recuerdo una encuesta en la universidad
que gente de mi edad me pidió que hiciera. A medida que avanzaba la encuesta el
bolígrafo ya no tenía por qué seguir trabajando. Lo vi dudar, ir más lento. Mis
hábitos, mis gustos ¿a santo de qué? Hace años lo cubrías con un tupido velo,
ahora no tengo por qué. Es lo que tiene la edad y por eso no me importan las
arrugas: ¡he conseguido cosas mejores!
La parrafada y apertura en canal anterior no solo lo
provocó La gran belleza sino también
un sueño que tuve hace un par de noches. Allí yo cantaba muy bajo la canción Cry me a river de Julie London. Al escucharme,
otra mujer frente a mí, la reconocía y continuaba ella cantándola. Después mirándome
me decía que las dos teníamos que haber nacido en esa época no en esta. Igual
que la película me gustó y lo asumo, igual que lo asumo escribiendo aquí, lo
asumí también en sueños. Porque que tú te expreses cantando, que otra persona
cante lo que tú y que ella exprese en conjunto lo que podrías pensar tú en
solitario es un bonito y positivo sueño créanme. Definitivamente sin yo ser
consciente pero asumiendo que soy yo la que me dirijo, mis elecciones, mis
películas, mis músicas, mis sueños, mis conversaciones y mis amigos me llevan
no a no sentirme rara sino a asumir que todos lo somos; que al igual que somos
seres sociales, somos seres individuales; que solo es el contexto el que muchas
veces nos define y el contexto varía constantemente.
Factores para decir "me gusta". |
Pierre Bourdieu ya le daba vueltas a mi elección
cinematográfica en su obra La distinción.
Criterio y bases sociales del gusto: «La naturaleza de los
bienes consumidos y la manera de consumirlos, varían según las categorías de
los agentes y los campos a los cuales aquellas se aplican». La
obra de Bordieu por cierto, solo la he ojeado que no hojeado porque internet es
visual y no táctil y visto lo que he escrito por aquí me es urgente y necesario
leerla. Queda pendiente para meses más tranquilos y sin falta en su momento,
aquí daré cuenta de ello.
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